Qué dura es la crianza.

Es un reto tras otro.

Cada vez que crees que has superado una fase, y que ya te puedes relajar, entras en otra igual o más complicada.

En mi pequeña familia hemos superado ya los primeros meses, unas cuantas crisis de lactancia, una difícil vuelta al trabajo, la adaptación de la guardería, etc. Y ahora mismo nos encontramos inmersos en la operación retirada del chupete. Más conocido en nuestra casa como Voldemort, por aquello de que no debe ser nombrado.

La tarea está siendo mucho más difícil de lo que pensaba.

Al principio porque la niña tenía una dependencia brutal, pero, de un tiempo a esta parte, porque estamos sufriendo boicot.

Ya veis, ¿de qué sirve que le quite el chupete, si mi suegra se lo da a escondidas?

Sabía que se lo daba, pero se lo pregunté directamente y me lo negó.

No tenía pruebas, por desgracia. Fue algo así como una intuición que me dio una de las tardes que ella recoge a la niña y se la lleva a casa para darle la merienda y que no esté tantas horas en la escuela infantil.

Cuando fui a buscarla me dijo que la niña estaba durmiendo. Hice el amago de ir a verla al dormitorio y ella se me plantó delante y me pidió que no fuera. Que la iba a despertar y que la dejara diez minutitos, que le había costado un montón dormirla y no sé qué más.

Y justo a partir de ese día, mi hija dio un paso atrás y empezó a pedir su querido chupete para dormir las siestas. Llevaba semanas usándolo únicamente para irse a la cama por la noche. Vale que aún lo pedía cuando estaba cansada, mimosa o si se caía o algo así. Pero le explicábamos que ya solo nos quedaba un chupete en casa y que era el de dormir por las noches, y cedía sin gran dificultad. Hasta aquel día.

Empezó a costarle más dar el brazo a torcer, se enrabietaba mucho más de lo habitual y algunos días ni siquiera llegaba a hacer las siestas porque sin el dichoso chupete se negaba a dormirse.

La cosa se nos estaba yendo de madre, pero la ídem de mi marido volvió a negarlo cuando le pregunté delante de su hijo, así que decidimos eliminar el problema de raíz.

Al terminar la rutina de baño y cena de la niña la llevamos a su cuarto para acostarla y leerle un cuento, como siempre.

La arropamos, le dimos un beso y, cuando echó la mano hacia la mesilla para coger a Voldemort, no estaba. Hicimos un teatro hiper exagerado y le contamos que un pájaro debía habérselo llevado para sus hijitos, aprovechando que, oh dios mío, se nos había quedado la ventana abierta.

Imaginamos que la peque lo iba a entender, resignarse y acurrucarse para dormir.

Qué va.

Nos montó un pollo de mil pares. Se puso a patalear, a gritar hacia la ventana ‘pájaro dame mi teté’ y, cuando le dijimos por enésima vez que no iba a venir a traérselo y que ya no teníamos más, va y nos suelta:

 

‘Vamos a casa de abu a por el teté secreto’.

 

Llamadme infantil, pero le mandé un audio de ocho minutos y cuarenta y tres segundos a mi suegra con el que me quedé más a gusto que un arbusto. Además de que la tengo castigada sin poder recogerla en la guarde hasta que logremos retirarle el chupete con éxito a la criatura.

Y esta vez nos lo estamos tomando con mucha más calma.

Anónimo

 

Imagen destacada de Min An en Pexels
Envía tus dramamás a [email protected]