Si estás embarazada o acabas de ser mamá ¡enhorabuena!
Tienes por delante una nueva etapa de tu vida que no se parece nada de nada a lo que has vivido hasta el momento. Probablemente creas que sabes cómo será, pero, no. Por más que leas, te cuenten o incluso veas con tus propios ojos, nunca llegas a hacerte una idea de lo que será cuando lo experimentes de verdad.
Y eso no es bueno ni malo, tranquila, es solo algo que no se puede explicar hasta que lo vives en tus propias carnes.
Me permito, no obstante, asegurar que vas a ser una madre estupenda. Ya verás. ¡Lo vas a hacer genial!
En cualquier caso, pronto comprobarás que hay tantos tipos de maternidad como mujeres y, por tanto, las posibilidades son casi infinitas.
Sin embargo, hay algo que será común a la mayoría de ellas, y esto es El Miedo. La gran mayoría de las mujeres sentimos, aunque sea, una pizca de miedo ante la perspectiva de ser madre. Y esa sensación no se va cuando por fin tenemos a nuestrx hijx, sino que se magnifica y da lugar a un amplio espectro de nuevos miedos en torno a la tierna criaturita que ahora tenemos en los brazos.
Vayamos al lío y veamos aquí diez miedos a los que te enfrentarás como madre primeriza:
- No voy a saber coger un bebé. Son tan pequeñitos y tan frágiles y tan a medio hacer todavía. Pero si tienen huesos aún por terminar ¡y algunos les palpitan! Crees que será como sostener dinamita inestable, un movimiento en falso y ¡buuuuum! Luego no es así. Tus manos y tus brazos saben cosas de las que tu cerebro no es consciente. Les sale solo.
- Pánico burocrático. Parece una chorrada y, de hecho, lo es, pero no debemos menospreciar el miedo que nos entra a muchas cuando llegamos a la recta final del embarazo y nos despertamos por las noches para buscar en internet qué papeles hay que llevar al registro civil, cómo y cuándo se solicita la prestación por maternidad, de dónde mierda se saca el certificado ese… Soooooooooooo, aplaca los caballos, amiga. No se conoce el caso de ninguna madre que haya perdido a su hijo porque le faltaba un papel o no lo presentó a tiempo. En serio, vas a tener toda la documentación y lo vas a presentar todo donde proceda y cuando proceda.
- ¿Y si no sé qué le pasa? Léase también ‘¿y si tiene hambre y no me doy cuenta? ¿Y si tiene frío o calor y no me entero? ¿Cómo sabré si le duele algo?’ Calma, lo sabrás. Puede que no al instante, pero, antes o después, lo sabrás. Ciertamente los niños vienen con un pan debajo del brazo porque lo que viene siendo el manual de instrucciones debía ser muy complicado de incluir. Somos muy modernos y tecnológicos y tal, pero nuestros instintos más primarios y vitales siguen ahí dentro. Y afloran en cuanto los necesitamos, no worries.
- ¿Respira? El bebé duerme plácidamente, pero a esa mami primeriza se le antoja que lleva demasiado tiempo sin hacer ningún ruidito, o que nunca duerme tanto tiempo seguido. Debe/tiene/necesita comprobarlo. Algunas se conformarán con acercar el oído, otras observarán con atención hasta dar con el leve movimiento del pecho. Las más Pro tendrán un espejito a mano para ponérselo bajo la nariz. ¿Es una locura? Total. Pero es muy habitual. Lo bueno es que la mitad de las veces acabamos por despertar al bebé, y una madre, por muy primeriza que sea, no tarda mucho en atesorar cada segundo del reparador sueño de su hijx, de modo que esta paranoia no suele durar más que unas pocas semanas. Normalmente…
- Los hitos de desarrollo. Ay, el internet, que es muy malo. Lees en una web de la asociación de pediatría del armario de Narnia que los bebés de la edad del tuyo mantienen la cabeza erguida entre 10.5 y 13.8 minutos al día, repartidos en tres o cuatro períodos, y resulta que el tuyo está 54.6 segundos por debajo de esa media. Por más que su médico te diga que está perfecto, a ti te queda el resquemor. Otra locura, sip, pero ocurre. Y lo que es peor, no se nos pasa en pocas semanas, ni meses. Y cuando empezamos a ir al parque y lo comparamos con los otros niños… chaíto.
- El atragantamiento. Este es un temor atávico, arcaico, ancestral, que diría Iker Jiménez. Que me imagino yo a las mujeres de las cavernas gritando: ‘¡Manolo, el niño, que se ha metido medio mamut en la boca y se va a atragantar!’. Es una angustia… Esos meses en los que el peque está aprendiendo a comer sólido y trocitos son una agonía. El momento de la comida es de máxima tensión, te lo pasas con el cuerpo rígido, sin quitar la vista de esa carita que se afana por deglutir los alimentos con más o menos pericia, lista para actuar al más mínimo indicio de atragantamiento. Ánimo, es una fase.
- Mi hijx no tiene amigos. Es un bebé. Sus aspiraciones vitales son comer, dormir, cagar, toquetearlo y/o babearlo todo. Ya habrá tiempo para las relaciones sociales. De momento lo único que le interesa de los otros bebés es su chupete o el juguete que tengan entre manos, poco más. Es una obsesión muy de primeriza la de pensar que su bebé no se relaciona como es debido. Leerán en mil webs sobre el juego paralelo, pero seguirán sintiendo un pequeño pellizco cuando su bebé esté rodeado de otros niños y él juegue a su bola, tan pancho.
- La alimentación. Al principio la cuestión se reduce a darle el pecho o fórmula, y aunque esto no está exento de dar miedo, el verdadero horror viene después. Mama mucho rato. Mama muy poco tiempo. Vomita más de la mitad del bibe. Cereales ¿sí o no? He leído que son lo peor. Tengo una lista de alimentos y una pauta, pero ¿cómo cocino eso? Así ¿sin sal ni nada? No quiere los purés. Solo toma plátano y manzana. No consigo que coma pescado. Y un largo etcétera. Venga, paciencia. Esto tampoco suele durar toda la vida.
- Llanto-fiebre-vómitos. La tríada del terror. Cada uno por separado puede hacer estragos en nuestra cordura, pero como les dé por juntarse, uff. Sabes que es normal, que, por ejemplo, los cólicos del lactante son así. Sabes, porque sigues a ‘Lucía mi pediatra’, que la fiebre en sí no es mala. Que los niños se resfrían, y es normal. Que la gastroenteritis es un alumno más de la escuela infantil. Sabes muchas cosas, pero tu peque se pone enfermo y pierdes un poco la razón porque el miedo se le echa encima y no la deja respirar. Con el paso del tiempo te vas acostumbrando a esas enfermedades comunes, te curtes un poco y lo vas llevando mejor.
- ¿Cómo voy a tener otro si no doy hecho con uno? Un aplauso para esas madres primerizas que se estrenan en la maternidad a lo grande, con un parto múltiple. Desde aquí nuestra más sincera admiración. Muchas de las que lo hacemos con uno, y habíamos planeado tener más, nos pasamos meses, o años, pensando que no vamos a ser capaces. Tememos no saber cuidar de dos criaturas de edades diferentes a la vez, no tener tiempo, no hacerlo bien. Por otro lado, existe también el miedo a no querer al segundo como queremos al primero. No lo entiendes hasta que lo vives, pero es cierto eso que se dice: el corazón no se divide con el nacimiento de cada hijo, se multiplica. Pues a tu capacidad y energía, les pasa igual.
Ánimo y fuera con esos miedos, mamás.
¡Lo hacéis fenomenal!