COSAS DE GORDA

 

Una cosa que tenemos que soportar las personas gordas es el descaro y la mala educación de la gente. Sí señoras y señores con un peso llamado normal, no es necesario que nos hagáis una radiografía con vuestra mirada cuando entramos en algún lugar (ha habido tíos con los que me he acostado que me han mirado menos), a alguna gente le he llegado a tirar besos y a saludar para que se cortasen.

A lo mejor a mí me parece que vuestra cara la ha pintado el mismísimo Picasso y no me quedo mirándoos como si estuviese delante de un cuadro del museo del Prado. Discreción por favor.

Luego está la gente que te acaba de conocer o que te conoce ya de bastante tiempo, pero tiene la imperiosa necesidad de hacerte saber que estás gorda, no lo pueden evitar o no quieren evitarlo. A estas personas he de deciros: sabemos que estamos gordas, tenemos espejos en nuestras casas, no necesitamos vuestra opinión porque es que, no os la ha pedido nadie, así que, guardárosla en lo más profundo de vuestro ser porque yo he visto que tiene usted nariz de loro, pero como no me ha pedido mi opinión y soy educada, pues me lo callo. Y también están esas personas que no quieren ofenderte por decir que estás gorda y dicen que tú estás gordita; a ver, se os agradece el gesto, pero la palabra gorda no es un insulto, sólo es un adjetivo, que si ese gordita me quitase 20 kilos, pues lo compraba, pero como no, pues mientras no me llames gorda de mierda,  no me lo tomaré mal. 

Otra cosa a la que enfrentarte si estás gorda: asientos en transportes públicos, aviones o bares.

El problema en autobuses, trenes o aviones es si tienes compañía en el asiento de al lado. Porque cuando vas a sentarte al lado de alguien, la mirada de reojo es evidente, es un: mierda, me ha tocado la gorda, y acto seguido se recolocan en el asiento como para ocupar menos y dejar más espacio. Y tenemos ese momento en el avión en el que no sabes si abrochara el cinturón o no, que suplicio señor. Me ha pasado en el autobús de ir con mi madre las dos y decirle: ¡seguro que el autobús tiene un bollo hacia fuera!, hay que ponerle un poco de humor a la vida.

Y las sillas de los bares, ¿qué decir de las sillas de los bares?

Aquí siempre tengo dos miedos: uno, que se rompa cuando me siento, y dos: que me la lleve pegada al culo cuando me levanto. Es un vivir al límite todo el rato, un no parar.

Y ¿el roce de los muslos? Esto es un infierno y, sobre todo en verano, que es cuando más vestidos y faldas usamos. Ay de ti como desafíes las leyes de la gordura y no te pongas algo que te proteja: usa crema, polvos de talco, bandas protectores, pantaloncitos cortos, lo que quieras, porque, como a ti se te ocurra ir “a pelo” vas a saber lo que es sufrir. Ir andando y notar cómo se te están rozando los muslos es el preámbulo de heridas en la zona si persistes en tu empeño de ir a lo loco por la vida.

Aquí nuestros remedios para las rozaduras.

 

Pues estas y otras cosas, son las que las personas gordas llevan consigo sólo por el hecho de tener sobrepeso. A ver si dejamos de juzgar a la gente por su peso y nos ocupamos más de valorar a todo el mundo, independientemente de su cuerpo.

Ana Ferrer

@ferrermayor