EL ABRAZO NARCISISTA

 

Antes que nada quiero advertir de que este texto puede herir sensibilidades. Remover muchas emociones, recuerdos o cimientos… y que está basado en un caso real.

Y segundo, que aunque no sea una historia con final feliz, sí que tiene una –al menos en mi humilde opinión– moraleja que hace menos agridulce la sensación con la que seguramente muchos, entre los que me incluyo, nos quedemos tras leerla.

Después de este disclaimer, empezamos:

Primero, quiero hablarles de A. Ella tiene una relación con un chico, al que llamaremos C desde hace seis años. Altibajos, convivencia. Redes sociales privadas, muy pocos seguidores y no compartir en demasía momentos juntos, pese a las famosas etiquetas, porque C es celoso de su intimidad y quiere su rincón privado de Internet para su desempeño profesional. Ella tiene un perfil bajo, apenas perceptible.

A intuye que algo no está bien del todo. Viajes con compañeros de trabajo solo. Escapadas solo. Idas y venidas solo. Excusas en horas extras solo. Mucho móvil.

Ahora, hablaremos de B. Ella vive a 2500 km y por azares del destino –y de los festivales de música– conoce a un chico con el que la chispa, la conexión y el clic es inmediato. Le llamaremos C. Llamadas nocturnas donde ven amanecer susurrándose deseos que cumplen cada vez que uno de los puede escaparse a ver a otro desde las islas de ella hasta la Península de él. Fotos y recuerdos de viajes y escapadas que hace solo. Audios de amigos que bromean sobre que últimamente él parece tener la cabeza en las nubes. Declaraciones de amor. Presentaciones a la familia de ella. Planes. Ilusiones. Sueños para cuando ese océano no esté en medio….

B intuye que algo no está bien del todo. C le dice que no pueden verse en su casa porque tiene una compañera de piso con la que todavía no ha tenido la desagradable y definitiva charla de que uno de los dos tiene que irse porque su madre ha estuvo enferma, porque el COVID, porque el trabajo, porque sus proyectos y el dinero que estos conllevan, porque la mitad del alquiler… pasan los meses.

No, no me he equivocado ni repetido letra. Seguramente a estas alturas os habréis dado cuenta de que A y B sin haberse visto nunca, vivir en el mismo huso horario ni tener demasiado en común, no sabiendo incluso de la existencia de la otra, compartían algo sin saberlo: NOVIO.

Y es que cuando naturalmente todo estalla, porque C quiere ser parte de la vida de B, conocer a su familia, registrarse en los hoteles como su pareja y presentarse como su novia, pero no deja la casa y la vida que sigue compartiendo con B, que evidentemente va mucho más allá de tener domiciliadas las facturas bajo un mismo techo, ambas se enteran de lo que sucede. Y de que la otra, existe.

Es aquí donde la historia da un giro.

Las dos mujeres podrían haber actuado de muchas formas, la no oficial con aspiraciones de serlo porque así se lo habían hecho creer, permaneciendo callada, conformándose con lo que tenía y viendo si, con tiempo, mucha paciencia y siendo “lo que faltaba en la vida ya monótona y gastada” de C, podría conquistarlo. Y la formal, haciendo ojos y oídos sordos, llamándolo todo una crisis de un momento puntual, tragando saliva y siguiendo adelante.

Y es que C, además de un encantador de serpientes, narcisista, increíblemente capacitado para jugar en paralelo, mitómano y cruel, también era manipulador. 

No todo el maltrato se resume en una bofetada, gritos y portazos. A B le dijo que A era el amor de su vida y ella el mayor error, que no le importaba ni quería saber más de ella; cuando todo estalló; y a A; que B no había sido más que el error de un par de noches, unos momentos de debilidad… algo sin importancia.

Y sí, sé que dije que todo das aun giro y hasta ahora parece la historia de siempre PERO, ni B estaba dispuesta a ser cómplice de un engaño ni a que C escapara impune, dejándola a ella como un tropiezo de una noche tras casi dos años de relación, interacción familiar y palabras de amor y consuelo diarias.

Tampoco A iba a comerse el cuento ni a seguir ahogada en la tela de araña que vivir con un mentiroso compulsivo conllevaba. Ambas, dolidas. Ambas, sabedoras de tener la verdad de su mano la relación con C, en vez de insultarse, ignorar su mutua existencia, creerle a él… DECIDIERON HABLAR.

Y compararon fechas y mensajes. Y A, rota en su casa por esos 6 años de relación y convivencia, pidió audios, fechas de viajes, notas de voz, pasajes de avión… y comparó lo que veía con lo que se le había dicho. Ni noche loca en un garito, ni charla malinterpretada. Fechas señaladas, días, semanas, horas, fotos… y negación de su existencia en voz y palabras habladas y escritas por su propio novio. Ella parecía la otra.

Y B, rota en su casa por esos casi dos años de recuerdos atesorados, de espera a “cuando todo sea más fácil”, de haber incluso tanteado pedir el traslado laboral para estar más cerca de C, compartió lo que había sido su relación, convertida ahora en prueba inequívoca de infidelidad. Ni compañeros de piso, ni hacer vidas separadas, ni a punto de que uno de los dos cogiera la puerta… aquello seguía siendo una relación en activo. Y ella parecía la otra.

Las relaciones habían sido paralelas. Había sobrecompensamiento de un lado al otro cuando las atenciones de C oscilan más hacia una chica que hacia la otra. Y ambas pudieron verlo.

Hubo varias interacciones. B solo facilitó a A, aquello que ella solicitó, con la especificidad que da haber olido a quemado y querer asegurarse, y C, por supuesto, habiendo tejido telas de araña entre ambas, intentó, con A, dejar a la otra de amante despechada, de persona que miente y quiere hacer daño; mientras a B la llamaba para preguntare, ahogado, por qué había llegado a eso con todo lo que habían significado el uno para el otro.

¿Cómo termina la historia?

Con B intentando rehacer los pedazos de su vida, sintiéndose engañada y con mucha ira; reconciliándose con la idea de que la persona que le dijo “entrégame tu corazón, estará a salvo conmigo” ya tenía otro en custodia; con A, a la que la vergüenza y la negación apenas están dejando vivir, que ha pedido más detalles y pruebas de las que seguramente puede digerir y que, evidentemente, y por encontrarse en el epicentro –y cada vez que cruza el pasillo– con C, no ha manifestado como actuar.

Ellas no han vuelto a hablar, evidentemente. Llegaron los bloqueos por parte de C, que sigue en su “ojo público” y con sus “proyectos profesionales”, llamando a su arte modo de sacar a la luz toda su sinceridad. Nunca pidió perdón, por lo menos no a B, a la que llamó error al mismo tiempo que le decía, días antes y entre llantos, que por fin era feliz. 

Como persona relativamente conocida, pidió en su momento a B máxima discreción en texto, fotos juntos (llegaron los “subes demasiados outfit, te remangas el vestido, ve todo el mundo adonde vas antes que yo”); y a A… con cuentas en privado y muy pocos seguidores, probablemente le haya solicitado lo mismo. Que no haga público de cara a conocidos y familiares. Que espere.

Y si os preguntáis cual es la moraleja, pues creo que queda claro. Las dos mujeres escogieron el camino difícil. Porque lo sencillo habría sido el insulto, ignorar la existencia de la otra y aferrarse al clavo ardiendo de la manipulación narcisista. Por no sentirte engañadas. Por no sentirse avergonzadas. Por no atar cabos y preguntarse cuánto tiempo sus vidas han sido simultaneadas.

Ambas le quisieron. Probablemente todavía lo hacen. Ambas habrían querido luchar y pelearlo… y ambas han intentado la supremacía, B dando quizá detalles más hirientes de los precisos, A liberando algunos destacados donde se la ve sonriente junto a C… en fechas que ahora sabe que eran compartidas.

Salir de algo así es terrible. Saber que has hecho daño a otra persona desde el desconocimiento es terrible. Saber que te lo han hecho a ti sin el menor pudor, no se puede describir.

Este texto pretende ser un apoyo, una muleta emocional. Un amparo para aquellos que hayan vivido, estén viviendo o conozcan a alguien que haya pasado por algo similar.

El ‘amiga date cuenta’ se ve muy sencillo desde fuera, son llamas que lo arrasan todo, humo que hace lagrimear los ojos y sonido de casas derrumbándose pasto del fuego, perfectamente notable desde la distancia; pero dentro, enredada en una tela de arañas suave, delicada, de llamadas, de audios, de ternura, de planes y promesas… simplemente no te das cuenta. No puedes evitarlo.

Caes en el abrazo narcisista y, cuando por le arrancas a un lado, el frío y el desconcierto son tan desoladores, que te preguntas si esa nada desconocida, ese cascarón vacío de quien antes fuiste tú, volverá a resultarte familiar alguna vez.

La respuesta es que no, claro.

Nunca volverás a ser la misma. A y B no lo serán. Pero con suerte, si logran escapar con bien del daño emocional y psicológico, si se apoyan en la verdad… serán versiones más fuertes de ellas mismas, sabrán oler el humo mucho antes la próxima vez y, antes de tener que enfrentarse al incendio, se pondrán a salvo de las llamas.

 

Romina Naranjo