El metro es lo que tiene, hay gente muy variopinta. Y si tienes la suerte, o no, de tener que usarlo a diario puedes aprovechar para observar a todo aquel que se cruza contigo en cada viaje.

Yo cojo el metro de lunes a viernes y, por el horario de trabajo, siempre es a la misma hora. Un día estaba ensimismada observando a la gente, cuando se abren las puertas y entra el ser más atractivo que había visto en mucho tiempo. Trajeado, con cascos, y metido en su teléfono. Se sienta enfrente de mi y yo no puedo quitarle el ojo de encima. Comienzo a hipotetizar sobre su vida, donde irá, de donde vendrá, que estará escuchando, tendrá novia… Tal es mi embobamiento que me paso mi parada y, como era de esperar, llego a tarde a trabajar.

Al día siguiente a la misma hora, él vuelve a entrar por la puerta del vagón. Vuelvo a embobarme pensado en él, esta vez más pendiente de mi parada. Y así varios días. Un día mis pensamientos cogen una dirección un poco más caliente…¿¿cómo será este chico en la cama?? No os imagináis la de cosas que se me pasaban por la cabeza. Tal es así que esa noche cuando llegué a casa cogí uno de mis juguetitos y me lo pasé pipa pensando en el chico del metro.

De cervezas con una amiga, me dice que me lance, que hable con él, que total el ‘no’ ya lo tengo. Esa frase traicionera que todo el mundo dice sin pensar mucho en la autoestima de la gente.

Pues uno de esos días que tienes el guapo subido, que sabes que hagas lo hagas puedes comerte el mundo, que sientes que pase lo que pase nada te va a dañar, me lancé. Apunté mi Instagram en un papel y justo antes de salir del vagón le tiré el papelito encima de su teléfono. Y obvio salí corriendo jejeje. Luego pensé que fui idiota de no apuntarle mejor mi teléfono, pero supongo que ahora el Ig es como tu carta de presentación. 

Dos días más tarde recibo un mensaje privado de una cuenta desconocida :

  • Hola chica del metro

Comencé a hiperventilar, a gritar, a saltar, mi corazón iba a mil por hora…y mis bragas ya estaban tan mojadas que ahí había más caudal que en el Amazonas.

Quedé con él. En un pequeño bar cerca de su casa en el centro de la ciudad. Olía taaan bien. No sé si me enteré de algo de la conversación si os soy sincera. Yo solo bebía cervezas y esperaba el momento de que me dijera de ir a su casa a tomar otra. Momento que llegó 3 horas más tarde. Las pelis del Señor de los Anillos se me hacen más cortas!! 

¡¡¡POLVAZO!!!

Sí señoras, todas mis expectativas se habían cumplido con creces. No sé donde aprendió a mover las manos de esa forma. Todavía lo pienso y se me acelera el corazón.

Después de eso volvimos a quedar. Y…bueno…digamos que el envoltorio del regalo era de Gucci y el regalo de Primark. Ya más serena y enterándome de la conversación fui consciente que no había mucho donde rascar, no encajábamos para nada. Pero decidí quedar con él para follar unas cuantas veces más, hasta que se me pasó la intensidad y me cansé de aburrirme enormemente en la fase previa a meterme en su cama, ducha, sofá, encimera, contra la puerta…

Poco tiempo después en una revisión rutinaria me detectaron una ETS por la que tuve que ponerme en tratamiento. Y sí, usábamos protección.

 

Tengo que decir que nunca más le volví a ver en el metro. Decidí cambiar de vagón. 

 

 

KiraC