Han pasado unas semanas desde la última vez que escribí unas líneas para vosotras, amigas. Para las que no me conozcáis, mi nombre es Teresa (o al menos ese es mi pseudónimo) y soy una mujer completamente nueva. Soy madura, independiente, dueña de mi vida y de mi destino… pero es que desde hace unos meses también soy la amante voraz de un treintañero buenorro.

Javier, mi Javi, ha traído a mi vida esa dosis de salsa picante que no había sentido jamás, ni en mi juventud siquiera. Y gracias a él (y un poquito a mi, que llevo dentro una fiera) estoy viviendo momentos que jamás hubiera ni imaginado. Que ante muchos de ellos lo mínimo, persignarme.

Y en vistas a que una de mis aventuras más fantásticas os gustó, que yo lo sé que os leo por redes sociales, hoy quiero regalaros uno de nuestros revolcones más alucinantes. ¡Ay cómo algún día se enteren en la conservera de nuestro affaire!…

Javi y yo llevábamos ya unos meses refrotándonos en cualquier esquina. Que quizás dicho así puede dar la impresión de que somos perros en celo, pero es que si me paro a plantearlo cualquier instante a solas era bueno para darnos un magreo aunque fuera cortito. En el trabajo continuamos llevando en secreto nuestra relación, primero porque no sabemos cómo se lo tomaría Recursos Humanos y después porque nos pone muchísimo lanzarnos indirectas delante de los demás y dejarlos planchados.

Mis compañeras de toda la vida están empezando a desconfiar un poco, entre otras cosas porque yo ahora me siento una diva entre las divas, me quiero muchísimo más y no sé si serán los orgasmos o las hormonas en general, pero estoy como más joven. Así que he dejado a un lado del armario aquella ropa de señora aburrida y me he largado de compras en búsqueda y captura de varios modelazos que ensalcen bien lo mío. Que este par de tetas y este culazo maduro no lo tiene cualquiera.

Y claro, tanto resplandor postcoital, tanto escotazo y pantalón apretadito… ha llamado la atención a más de una. Me han llegado a preguntar si me estoy sacando un sobresueldo como madamme o escort de lujo, pero yo no he podido más que responder a carcajada limpia mientras me salía un chorrón de coca-cola por la nariz.

Las citas entre Javi y yo son cada vez más salvajes. Empezamos en su casa, seguimos con un kit de BDSM, después pasamos a no ser capaces de llegar ni al portal… y ahora mismo estamos en una etapa magistral de probar todos los juguetitos sexuales que caigan en nuestras manos. Las reglas del juego son sencillas: cada uno elige un aparatillo y el otro no puede negarse (salvo casos de fuerza mayor).

Por la polla de Javier ya ha pasado el magnífico anillo vibrador y una buena colección de preservativos estriados que localicé de rebote en una tienda virtual. Y aquella tarde era su turno, tocaba sorpresa para la madamme (o para mis bajos, todo podía pasar).

Había pasado la tarde preparándome para Javi. La casa olía a un incienso intenso pero relajante, sonaba una música suave y sensual y yo vestía una fina bata de raso que mi chico me había regalado en mi último cumpleaños. Debajo nada más que mi cuerpo desnudo, quizás imaginándome que la sorpresa sería alguna prenda para mis pechos o mi sexo.

Puntual como de costumbre, abrí a Javier ofreciéndole una copa de vino. Él hizo caso omiso a mi invitación y se lanzó sobre mi cuello dándole ligeros mordiscos mientras me repetía una y otra vez:

No voy a ser capaz de esperar a la sorpresa, me pones demasiado loco…

Mi cuerpo en ese momento se encendió y se puso en marcha como una locomotora. Toda mi sangre se dirigió directa a mi entrepierna solicitando un poco de atención. ‘Que haya calma‘, pensé, ‘poco a poco, la noche tan solo acaba de empezar‘.

Separé a Javier de mí sonriendo y puse ante él nuevamente la copa. Charlamos un instante sobre trivialidades de nuestra vida y entonces mi compañero sacó del bolsillo de su chaqueta un paquetito cuadrado perfectamente envuelto.

Hoy es tu día, querida, todo tuyo…‘ me dijo recorriendo mi cuerpo con la mirada.

Sin apenas pensarlo abrí el regalo para descubrir lo que parecía un tanga ¡de caramelos! Me reí ante la idea de imaginarme a Javier mordisqueando aquel arsenal de gominolas, pero entonces también me vino a la mente ese instante de ver y sentir cómo podría llegar a mi cuerpo abriéndose paso entre tanto dulce.

No me lo pensé dos veces, bebí de un trago el vino que quedaba en mi copa fijando mis ojos en los de Javier y me puse en pié directa para estrenar mi regalo. Él continuaba sentado en el sofá y observaba sonriente lo que yo hacía. Desaté la lazada de mi batín dejando a la vista mi cuerpo desnudo y lentamente, como si nada pasara, fui subiendo el tanga por mis piernas hasta tapar del todo mi entrepierna.

¿Y ahora? ¿cómo funciona este juguete?‘ pregunté con voz tímida esperando así que mi amante actuara.

Javier también apuró el vino y en un gesto rapidísimo se puso ante mi desprendiéndome por completo de la bata. Empezó por mis labios, después recorrió mi cuello mientras acariciaba mis pechos con sus suaves manos, y siguió bajando con su boca hasta llegar a mi ombligo. Cuando pudo estar cerca del tanga dio un ligero mordisco a uno de los caramelos y con él entre los dientes volvió a subir a mi boca para que yo lo disfrutara.

Entonces fuimos a la cama. El incienso había creado allí un ambiente tremendamente sensual. Me tumbé sobre la colcha y vi como Javier se desvestía sin dejar de mirarme. Acaricié uno de mis pechos con una mano mientras la otra la dirigía traviesa hacia mi vagina. Estaba empapada, preparada para todo lo que pudiera pasar esa noche.

Ya totalmente desnudo, Javi se tumbó junto a mí para observar cómo me masturbaba bajo aquel tanga comestible. Su pene estaba ya muy erecto y antes de que me diera cuenta vi como se acerba despacio con su cara a aquellos caramelos. Empezó chupándolos despacio, y después mordisqueó repetidas veces hasta dejar parte de mi coño desnudo. El sonido de los dulces al romperse empezó a ser rítmico, y en cada pequeño ‘clic’ yo me ponía un poco más cachonda.

De pronto sentí la lengua de Javier acariciando mis labios e introduciéndose despacio en mi interior. Después de nuevo ‘clic’, ‘clic’, ‘clic’… El tanga había perdido entonces muchos de sus caramelos, Javi seguía el camino y mordisqueaba ahora el hilo que se dirigía hacia mi culo. Y mientras él lamía aquella zona que todavía no había explorado nunca, yo volvía a masturbarme con una de mis manos.

tanga_chuches

El placer era tan intenso que un par de veces levanté mi cuerpo en el aire. Gemía en aquel éxtasis súper intenso de besos y caricias. Entonces Javi me desprendió del tanga y situó su cara entre mis piernas para hacerme volar con un cunnilingus maravilloso. Una vez me corrí se puso sobre mi para hacerme el amor con unas embestidas que me hacían ver las estrellas.

Primero sobre mi penetrándome bien profundo, después cambiando de postura por la del perrito que él sabe que tanto disfruto. La habitación olía entonces al dulzor del incienso mezclado con el característico olor de los caramelos. Fue un polvo para los cinco sentidos, sin lugar a dudas. Olores, música, caricias, imágenes y muchos sabores.

Aquella noche comprendí que esas chucherías que tanto nos gustan de pequeños pueden dar muchísimo juego cuando nos hacemos mayores. Javier endulzó nuestra cita de placer y yo le agradecí el regalo con tres polvazos que quedarán ya grabados para siempre en nuestras retinas.

De los siguientes regalitos… ya os iré contando, amigas.

 

Anónimo