A una de mis exparejas le encantaba la pesca, por eso era frecuente que yo le acompañase a pasar el día a sitios recónditos a pescar. El sitio donde vivimos favorece que te puedas perder por mil rincones de la costa y a nosotros nos encantaba hacerlo.

Nos preparábamos comida, bebida y nos dedicábamos a estar todo el día encima de unas rocas pescando, escuchando música y dándonos baños bajos el sol.

Uno de esos días, mientras estábamos en una de nuestras zonas más visitadas, vemos que llega otra pareja a lo lejos. Sin embargo, venían poco preparados para la zona. Iban vestidos como si fueran a una playa convencional: Chanclas, toallas, sombrilla… 

El sitio en el que estábamos las zonas de baño eran de difícil acceso por lo que hacía falta escarpines, no había arena por lo que no había donde clavar la sombrilla y la toalla encima de tanta roca iba a servir más bien de poco.

Escaso rato después nos dimos cuenta de que sus intenciones realmente eran otras. Observo que mi pareja se queda ensimismado y con cara de póker, para acto seguido decir “tía, no me lo puedo creer”.

Giro la cabeza y allí estaban. Él de pie, con el bañador en los tobillos, mientras ella le hacía una felación. No se cortaban, no disimulaban, no les importaba.

Y no sé si fue fruto del sol, de las cervezas que ya nos habíamos tomado o qué… pero ¡nos pusimos cachondísimos!

Según ellos iban avanzando en su mamada, nosotros estábamos más calientes. Así que decidimos que, si ellos no tenían vergüenza, nosotros tampoco la íbamos a tener. Vimos la apuesta y nos fuimos con un ‘all in’. Empezamos a follar. 

Pero no de cualquier manera. A nuestro lado había una especie de piscina natural así que cual especie sirena de serie mala, con medio cuerpo por fuera estirado sobre las rocas y el otro medio por dentro empezamos a darle al tema.

Nos cansamos del agua y nos fuimos fuera a acabar lo que habíamos empezado. Ya poco nos importaba la pareja de extraños y “su momento”. Ahora lo importante era el nuestro y ¡vaya si nos lo gozamos!

Cuando acabamos, la otra pareja ya había acabado, había recogido y se había ido. Supongo que a ellos nuestro espectáculo debió gustarles menos que a nosotros el suyo, o quizás simplemente ya habían finiquitado lo que habían venido a hacer, nunca lo sabremos.

Lo que sí sé desde ese día, es que ver a otros teniendo relaciones sexuales puede darte mucho morbo. De ahí a descubrir el porno Amateur solo hubo un paso.

Anónimo.