El hummus que olía a ropa sucia

Un día haciendo la compra con mi chico fuimos a coger el hummus que siempre compramos, que es de una marca blanca y nos encanta, pero por algún motivo no quedaba y nos llevamos el de otra marca.

Por supuesto que no me voy a pronunciar ni a desvelar marcas, pero sí creo que debo decir, para ubicaros un poco, que la marca que compramos aquella vez no la habíamos probado porque la habían lanzado recientemente.

Nos pareció una buena opción sobre todo porque sus fabricantes tienen como premisa hacer todo de forma muy natural y con ingredientes de proximidad, etc. 

En fin, que aquella misma noche abrimos la tarrina para probarlo y nos supo a rayos. Los dos coincidimos en que estaba malo, sabía fuerte, como pasado… comprobamos la fecha por si lo hubiésemos cogido caducado, pero, aparentemente, estaba todo en orden. Nos resultó tan desagradable que preferimos tirarlo, porque no le veíamos remedio. Como yo reciclo, le dije a mi chico que por favor no lo tirase todo de golpe a la basura, sino que echara el hummus al orgánico y el envase al plástico. 

Como os decía esto fue por la noche, a la mañana siguiente nos levantamos y la cocina apestaba como nunca. Era difícil de describir, pero era una mezcla entre olor a podredumbre fuerte y a ropa sucia. Cuando destapamos el cubo de la basura el hedor fue bestial y tiramos la bolsa, a pesar de que apenas tenía nada, el hummus y poco más. 

Con el paso del tiempo, cuando alguien me mencionaba esta marca o este hummus, les contaba mi anécdota y nadie me creía cuando decía “Ese hummus huele a ropa sucia”, se lo tomaban a risa y punto. Pues bien, llegó un día en el que me dieron la razón.

Fui a casa de mis padres de visita y mi madre, que sabe que me encanta el hummus, lo compró especialmente para mí. Lo que no sabía ella es que ese no era el habitual, porque no se fijó en la marca, sino era el que tuve que tirar aquella vez. Cuando lo vi se me revolvió el estómago al acordarme de la peste a ropa sucia, pero como no quería hacerla sentir mal me callé como una perra y apechugué.

Comí de otras cosas y fui evitando abrir el hummus hasta que mi madre me dijo:

― Aquí tienes el hummus, que igual no lo has visto.

Y como mi cara es transparente como el agua me lancé a decirle:

― Sí, si lo he visto, pero no me apetece mucho porque tuve una mala experiencia con esa marca.

A mi madre se le pusieron los ojos como platos y me contestó:

― Bueno, ahora que lo dices, lo probé anoche y me supo un poco raro, pero pensé que era cosa mía. Y la verdad, no lleva ni un día abierto y le ha salido como caldillo…

Ambas nos miramos y procedimos a destaparlo cuidadosamente como si fuéramos del CSI. Fue destaparlo y paf, nos dio una bofetada un olor fuerte y agrio. Como digo, me sabía mal hacerle el feo a mi madre así que lo probé un poquito, pero lo tuve que escupir en una servilleta. Mi madre asentía dándome la razón:

― ¿Cómo es posible que se haya puesto malo tan pronto?

― Mamá, este es el hummus que digo que huele a ropa sucia.

― ¡Es verdad! Es que justo huele a ropa sucia. ¡Qué asco!

Lo mejor de todo fue cuando se nos acercó el gato, teniendo yo unos restos en la mano de haberme limpiado mal, y al querer acariciarlo salió huyendo, cosa que nunca hace. Se puede resistir o ignorarme, pero ¿salir huyendo? Jamás. 

Yo ya lo tengo claro, cuando alguien menciona esa marca le digo que el hummus “huele a ropa sucia y repele a los gatos”. 

 

ELE MANDARINA