El libro “Usted puede sanar su vida”, destrozó la mía 

Cuando mis padres se divorciaron, mi madre se quedó tocada. Empezó a tener achaques de todo tipo que le afectaban desde la movilidad hasta al estómago impidiéndole comer con normalidad, de forma que yo tuve durante un tiempo que cuidar de ella. 

Fueron meses de interminables visitas a médicos y consultas privadas para acabar no encontrándole nada. Ella se autodiagnosticó fibromialgia y una lista infinita de intolerancias alimenticias que ni yo ni nadie nos atrevíamos a discutir. Fue entonces cuando empezó a devorar libros de autoayuda con tal de no ir a terapia, porque “ella no estaba loca”. 

A mí me parecía bien que intentase darle un enfoque más positivo a su vida, poco a poco la veía tomarse el día a día con una mejor filosofía y empezar a cuidarse más. Quise creer que ya había superado el duelo, había dejado de autocompadecerse y de comportarse como una hipocondríaca. 

Pero un día yo empecé a no poder mover bien la pierna derecha, a los pocos días, el brazo y a la semana dejé de ver por el ojo derecho también. Pese que a lo mejor tampoco es que sea lo más correcto, culpé de todo al estrés que había estado soportando los últimos meses para intentar pasarlo por alto. 

Acudí finalmente a urgencias ya un poco preocupada y tras ingresarme, hacerme una resonancia, una punción lumbar y muchas pruebas más, me diagnosticaron Esclerosis Múltiple. Una enfermedad degenerativa autoinmune del sistema nervioso sin cura contra la que solamente hay tratamientos preventivos inmunomoduladores, de por vida. 

Aunque no quería desconfiar de mi propia madre, algo hizo saltar las alarmas cuando comenzó a darle explicaciones pseudocientíficas a algunos de los síntomas que padecía. Todo tenía un porqué según una tabla que ocupaba varias páginas del libro “Usted puede sanar su vida» de Louise L. Hay. 

Según la escritora “la enfermedad es un discurso de nuestro cuerpo que no cesa de hablar buscando el equilibrio. Es un conflicto entre quién somos y la vida que llevamos. La enfermedad –del tipo que sea– es un indicador de que algo no marcha bien en nuestra vida”. 

Y por tanto, la Esclerosis Múltiple, es la consecuencia de mi “rigidez mental, dureza de corazón, voluntad de hierro e inflexibilidad”, decía el libro. Ese era mi castigo por tener el corazón como una piedra, según mi madre. 

Durante casi un año de desesperación debido al cambio de realidad respecto a mis capacidades y la sentencia que suponía, me llegué a culpabilizar de lo que me pasaba. Me obligué a acatar aconsejada por mi madre, dietas milagro a base de jugos de “sana-ahora” (zanahoria) y hasta por pocas caigo en la estafa piramidal del Glutatión. 

Pero por suerte yo sí pedí ayuda psicológica y gracias a eso, a día de hoy pese a necesitarla más que nunca, he podido alejarme de mi madre.

He asumido mi situación, recibo mi tratamiento, hago ejercicio, me cuido para mejorar y adaptarme a las circunstancias para que la enfermedad no condicione mi vida. Sin embargo no puedo cambiar lo que piensa y en lo que cree mi madre y por eso lo mejor para mí, es mantener contacto cero con ella aunque me duela.

 

Anónimo

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