La historia que os voy a contar es oscura y llena de peligros, como la noche de Juego de Tronos.

Érase una vez un noviazgo breve, intenso y lleno de banderas rojas que yo no vi aunque me ondearan en toda la cara, de modo que, cuando terminó, yo estaba sumida en la más profunda miseria. (Fue una ruptura súbita y me culpó absolutamente de todo, casi de la existencia del dolor en el mundo, cosa que a mi yo sin la más leve autoestima de otras épocas, la sumió en una profunda depresión).

Al mismo tiempo que yo lloraba y lloraba, pasó una cosa muy curiosa: todo su entorno, en lugar de desaparecer, se volcó conmigo. Habíamos roto y no me debían nada, pero incluso sus padres (¡sus padres!) me escribían todos los días para decirme lo valiosa que soy, lo mucho que se había equivocado su hijo… y ahora lo voy a decir claramente, a la vejez viruela, el padre me escribió para decirme que su retoño era un auténtico imbécil. Por lo menos me hizo reír su comentario, qué queréis que os diga.

Como os decía, su entorno siguió en contacto conmigo, con un trato muy amable además, incluidos sus amigos y amigas. Ese hecho me hizo pensar que tal vez (sí, tal vez) yo no fuera la villana de la película.

Entra en escena su mejor amigo. Digamos que teníamos un interés común, y como despedida, yo le dije que si alguna vez necesitaba ayuda, me podía escribir sin problemas, que yo trataría de serle útil en lo posible.

Pensé que la cosa no iría mucho más allá o me haría alguna consulta puntual, pero el caso es que me tomó como confidente y comenzó a hablar conmigo todos los días y a explicarme cosas de su vida y su sexualidad verdaderamente íntimas. Yo aluciné bastante, lo reconozco, pero al principio seguí hablando con él sin demasiadas trabas, me dije a mí misma que había encontrado a alguien que le escuchaba y por eso se desahogaba tanto.

Eso fue hasta que un día me dijo de quedar y ahí salió todo: me dijo que yo le atraía mucho, que era uno de sus múltiples crush (¿perdona?) y que si nos liábamos como amigos. Disculpe caballero, que dice usted que qué.

Yo no sabía ni dónde meterme, os lo prometo. A ver, cómo le daba yo calabazas al bestie de mi reciente ex, cómo no me había dado cuenta antes y, sobre todo: ¿sería elegante salir corriendo cual dibujo animado, sin más?

Lo único que se me ocurrió decirle fue que yo no me liaba con amigos… y que quería irme a casa. Y chicas, aquí lo reconozco: en esta ocasión, la del ghosting fui yo. Dejé de responder paulatina y finalmente le bloqueé en todas partes, pero me hacía sentir tal incomodidad que no pude con ello.

De modo que, queridas, quien en la ruptura reciente se arrima, almeja que quiere abiertita. No rima pero es totalmente cierto, así que espero que os sirva.

Anónimo