Palabrita del niño Jesús, hay vida más allá del misionero y el mundo no se va a acabar si te pones encima cuando follas con tu chico. Lo digo por experiencia, queridas mías, que durante mis 10 años de vida sexual activa he sido más sosa que un arroz sin sal. ¿Por qué dices eso, alma de cántaro?, os preguntaréis algunas. ¡Pues porque es verdad! Y hoy vengo a compartir mi experiencia para que aprendáis de mis errores.

Siempre he sido una chica un poco paradita y tímida. Jamás entraba a los tíos porque me paralizaba el miedo y eso de tomar la iniciativa en el sexo me parecía fantástico en las películas, pero yo era incapaz. En consecuencia, cada vez que chuscaba con un varón el placer era mínimo.

Algunos tenían más maña que otros y me hacían sentir cosquillas en el chirri, pero nunca había fuegos artificiales. Los orgasmos eran el tesoro al final del camino, y yo me cansaba antes de llegar.

Después conocí a mi ex con el que estuve durante la friolera de 6 años. Era un chico bastante tradicional -sí, tradicional es un eufemismo de machista, no me juzguéis- y nuestros polvos se resumían a lo siguiente: cortejo durante 3 minutos, un par de caricias en el chirri para que estuviese un poco lubricado (o si había prisas, lubricante y palante), mete-saca conejero en la postura del misionero durante 10 minutos, y fin. Aburrido, ¿verdad?

¿Sabéis qué es lo peor? Que nunca dije nada. Finalmente, la relación se terminó y yo empecé a conocer a otros chicos, pero había algo que todavía me daba reparo y era ponerme encima. Algunos miedos absurdos que asaltaban mi mente eran cansarme enseguida, que se me notasen las lorzas, que mis tetas se viesen caídas o no saber moverme bien.

Decidí quitarme todos estos miedos cuando conocí a Rober, el tío más follable con el que me he topado en mi vida. Nunca fuimos pareja, pero gracias a él tuve un orgasmo en compañía, y fue cuando conseguí superar mis miedos y ponerme arriba cuan amazona. Ay amigas, qué placer el froti-froti del clítoris y qué poderío en el coño metío sentí al ponerme arriba. Todo estaba bajo mi control y ver sus caras de placer me dio un subidón de autoestima instantáneo.

Desde que me pongo arriba disfruto más del sexo y he conseguido superar mis absurdas inseguridades, así que mi recomendación es clara: cabalgad a vuestros rolletes.

 

Redacción WLS