El niño que vivía con nosotras, pero solo mi hermana veía

 

Desde pequeña siempre he estado en constantes cambios de casa. Mis padres se separaron cuando yo tenía 11 años y mi madre, mi hermana y yo nos mudamos a una casa que a mi madre le encantaba pero yo nunca me sentí muy cómoda viviendo allí. Once años aguantamos. Creo que hasta la fecha es la casa en la que más tiempo he vivido. Lo que no sabíamos cuando nos mudamos es que esa casa ya tenía inquilino.

Me considero una persona bastante perceptiva e intuitiva, pero nunca había sentido algo como lo que sentí en aquella casa.

Desde el primer día hasta el último que viví allí tuve pesadillas. Siempre tenían el mismo patrón. Niños. Digo pesadillas porque eran sueños desagradables, siempre acababan en muerte. Después de unos meses ya instaladas comencé a sentir como si alguien por las noches me vigilara, me observara. Como tenía un perrito, me convencí de que sería éste el que se quedaba horas mirándome. Una noche fue tal la sensación de que había alguien en la habitación conmigo que salí de la cama y empecé a decir que por favor me dejara en paz. Pero no lo hizo. 

Cuando estaba sentada en el sofá notaba como alguien venía y se sentaba a mi lado. Mientras cocinaba también lo notaba. A veces mientras leía tranquila notaba como alguien corría por el salón o como pasaba de una estancia a otra. 

Tengo que decir que nunca sentí miedo, simplemente no me hacía sentir cómoda. 

Un día salgo de la ducha y me encuentro a mi hermana sentada en el suelo, en una esquina, tapándose la cara y llorando desconsolada. Solo fue capaz de decirme que había un niño que la miraba desde el salón. Yo por supuesto no vi a ningún niño. 

Por esa época, a mi hermana le dio por tener hámsters como mascotas. Duraban 1 mes, justo. Al mes amanecían muertos. 9 hámsteres pasaron por mi casa. 9 que murieron al mes de llegar. Un día decidió coger junto con un hámster, una cobaya. Estaban en jaulas diferentes y les daba comida diferente. No os hago spoiler cuando os digo que al mes, amanecieron los dos muertos. El mismo día cada uno en su jaula. Hartas los llevamos al veterinario a hacerles autopsia y que nos dijeran que pasaba. No tenían nada. Parada cardiorrespiratoria. No volvimos a tener más. 

 

Mientras vivimos allí no hablamos del tema entre nosotras. No le pregunté a mi hermana sobre el niño que veía (nunca se lo conté a mi madre) y no conjeturamos sobre qué les pasaba a los animales. Era como un tema tabú que preferíamos no sacar. Supongo que así podíamos hacer como que no existía y podíamos seguir autoconvenciéndonos de que todo eso que sentíamos era cualquier otra cosa.

El día que nos fuimos sentí mucha tranquilidad. Aún recuerdo las palabras del portero:

  • Habéis aguantado mucho aquí, no sé como habéis podido. 

No quise preguntarle que quiso decir con eso, prefería seguir con el tema tabú. Pero a día de hoy me arrepiento. 

Hace no mucho decidí hablar de ello con mi hermana, pero se echó a llorar y dijo que ella prefería no hablarlo. Que fueron unos años muy duros en los que el niño la atormentaba día y noche, que la intentaba asfixiar mientras dormía, que siempre estaba en la habitación con nosotras (compartíamos), que no la dejaba dormir y prácticamente vivir. Que no iba a contarme más y que prefería no recordar. Por suerte el niño se quedó en la casa y en las posteriores pudimos vivir más tranquilas.

Hará un par de meses mi madre se encontró con la vecina de descansillo de aquella casa y le comentó que por allí habían pasado muchas familias desde que nos fuimos. Supongo que el niño sigue quitando el sueño a más de uno y no aguantan tanto como aguantamos nosotras. 

KiraC