Desde aquel frío día de diciembre han pasado exactamente 15 años. Si tuviera que recordarlo, diría que llovía a mares como si la naturaleza misma estuviese de luto. Me quedé de pie con dos niños pequeños a mi lado, viendo cómo el coche de su padre se alejaba por el camino de nuestra casa. Solo nos dijo que se iba porque no podía más. Y con él, se fue parte de nuestra vida.

El abandono nunca es fácil, pero ser abandonado por la persona que prometió amarte y cuidar a tus hijos… eso es un trago amargo que no se olvida. No hubo explicaciones, ni cartas de despedida, ni llamadas posteriores. Desapareció del mapa como un fantasma, dejando atrás solo una familia rota y muchas preguntas sin respuesta.

Los primeros años fueron duros. ¿Cómo le explicas a dos niños que papá ya no va a volver? Lloraron, preguntaron, esperaron. Y cada vez que tenía que ver sus caritas sentía una mezcla de tristeza y furia que me consumía. Pero aprendí que la vida sigue, incluso cuando parece que el mundo se ha detenido.

A través de la lucha, los recuerdos dolorosos y las noches sin dormir, poco a poco fuimos construyendo una nueva vida. Aprendí a ser madre y padre a la vez y lo más importante, aprendí a amar a mis hijos con suficiente amor para compensar la ausencia de su padre. Nunca rehice mi vida aunque últimamente me planteo empezar a conocer gente… ¡todos estos años me ha costado decidirme!

Y ahora, después de 15 años, recibo un mensaje en Facebook y las palabras que nunca pensé que leería: «Quiero volver a sus vidas».

Cuando lo leí, pensé que era una broma de mal gusto. ¿Cómo puede alguien simplemente desaparecer y luego reaparecer como si nada hubiera pasado? Los años pasaron, los niños crecieron, y yo envejecí luchando día a día. Y él… él quería volver.

Hablé con mis hijos sobre el mensaje y a pesar de la tristeza que había en sus ojos también había una pequeña chispa de esperanza. Después de todo él era su padre. Pero también había dudas, preguntas, miedo y como no, rencor.

Acordamos que lo mejor sería verlo, escuchar su versión de los hechos. ¿Por qué decidió volver ahora?

La reunión fue extraña. Él había envejecido, pero sus ojos seguían siendo los mismos. Intentó explicar, hablar de sus miedos, de lo que había pasado. Pero ninguna explicación podía borrar 15 años de ausencia.

La bomba llegó al final de la reunión. «Tengo una enfermedad terminal», dijo con voz temblorosa. «Y no quiero morir sin intentar arreglar lo que rompí».

Fue como un puñetazo al estómago. Los niños lloraron, yo me quedé en silencio. Durante 15 años había  fantaseado con este momento, con poder enfrentarlo y decirle todo el daño que había provocado con su egoísta decisión. Pero ahora… no podía sentir nada más que lástima.

Nos pidió perdón, a mí y a los niños. Dijo que entendía si no queríamos verlo nunca más, pero que necesitaba decirnos la verdad. Luego, se levantó y se fue, dejándonos de nuevo solos con nuestras emociones revueltas y una nueva decisión que tomar.

Esa noche, nos quedamos despiertos hasta tarde, hablando, llorando, recordando. Finalmente tomamos una decisión. No podíamos olvidar el dolor que su ausencia nos había causado, pero tampoco podíamos ignorar la realidad de su situación. Decidimos que le daríamos una oportunidad, pero a nuestra manera.

No le permitiríamos simplemente volver a nuestras vidas como si nada hubiera pasado pero le permitiríamos decir adiós. Porque al final, más que rabia, más que tristeza, lo que sentíamos era compasión.

Así que, en lugar de permitirle volver a nuestras vidas como si nada hubiera pasado, decidimos abrirle una pequeña ventana a la vida que él eligió abandonar. No como un padre, no como un marido, sino como un extraño que una vez fue parte de nuestras vidas. Que nos cuente qué pasó esos años, y nosotros contarle de la nuestra.

Y aunque el camino será difícil, sé que podremos superarlo porque al final somos más fuertes de lo que creíamos. Mis hijos y yo somos una familia y eso es algo que nadie, ni siquiera un padre ausente, puede quitarnos.

 

Liliana

Texto escrito por una colaboradora basado en la historia real de una lectora.

Envía tus movidas a [email protected]