Si tuviera que elegir un momento en mi vida que quisiera borrar, sin duda sería el día que decidí tener hijos con él. No me malinterpretes, adoro a mis hijos con todo mi ser, son la razón de mi existencia y la luz de mis días. Pero si pudiera volver atrás en el tiempo, definitivamente hubiera elegido a otro hombre para ser su padre.
Nos conocimos en una época de mi vida en la que todo parecía ir viento en popa. Él era encantador, atento y en aquel entonces, parecía que compartíamos los mismos sueños y aspiraciones. Pero como suele pasar con el tiempo las máscaras caen y la verdadera personalidad sale a la luz.
Sé que debería haber visto las red flags. O bueno, verlas las veía, pero deberían haberme frenado de seguir avanzando con él. Supongo que es fácil verlo ahora con perspectiva… Empecé a ser consciente cuando mis hijos ya estaban en el mundo y sus feos fueron a más.
La primera señal fue cuando prefería salir de copas con sus amigos en lugar de quedarse en casa conmigo y nuestros hijos. Al principio, pensé que era una fase, que necesitaba su espacio y tiempo para adaptarse a la paternidad. Pero esa fase se convirtió en una constante. Las noches en las que llegaba tarde, oliendo a alcohol, eran más frecuentes que las noches en las que se quedaba en casa.
Luego estaban esas interminables horas de trabajo. Al principio me decía que era para darnos una vida mejor, para que no nos faltara de nada. Pero con el tiempo me di cuenta de que era solo una excusa para no estar en casa, para no responsabilizarse de sus hijos. Era evidente que no quería ejercer de padre, que solo había tenido hijos porque «es lo que tocaba». Que prefería alargar jornadas de trabajo de 10 horas en un curro que ni le gustaba, a ejercer de padre.
A pesar de todo lo que más me duele no es cómo me trató a mí, sino cómo trató a nuestros hijos. Ellos merecían un padre que estuviera presente, que los quisiera y cuidara como se merecen. Y él simplemente no estuvo a la altura.
A pesar de todo el dolor y la tristeza, hay algo de lo que estoy increíblemente orgullosa: haber tomado la decisión de divorciarme. No fue fácil, pero sabía que era lo mejor para mí y para mis hijos y hoy miro atrás y veo todo lo que he conseguido. He sacado a mis hijos adelante yo sola, les he dado amor, educación y valores. Él intentó volver en mil ocasiones prometiendo cosas que jamás cumplía, y un día (creo que coincidió qué casualidad con la época en la que conoció a una chica mucho más joven), que sencillamente dejó de insistir y se desvaneció. Pasaba dinero, enviaba whatsapps de cumpleaños y poco más. Y la verdad, llegados a este punto os diré que mejor así.
Así que, si estás pasando por una situación similar, quiero que sepas que no estás sola. Que hay luz al final del túnel y que aunque parezca imposible, puedes superarlo. Porque al final del día, lo más importante es el bienestar de tus hijos y tu felicidad. Y, créeme, ambos son posibles.
M.
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