Me fui a pasar unas navidades diferentes a la Habana con mi familia y entre la multitud de actividades que hay para hacer en la capital, yo decidí irme a una sala de conciertos que daban música en directo. Me fui sola porque el resto estaban cansados.
La cola para entrar en el local era grande pero me apetecía escuchar música cubana así que recé porque mereciese la pena. Mientras esperaba, un chico me pidió fuego y nos pusimos a hablar. Me dijo que le gustaba mucho España y descubrimos que teníamos los mismos gustos en series, libros, viajes… Almas gemelas Olsen. Pero la cola empezó a moverse, y tenía que entrar, y a la vez quería seguir conociendo a ese cubano.
– Jo, me estás cayendo muy bien, pero tengo que entrar ya.
– No te preocupes, te veo adentro.
Me senté sola en una mesa en la primera fila y a todo el que se acercaba le decía «lo siento, está ocupado», esperando por el chico, pero el chico no aparecía. Miré por todos lados y hasta me puse de pie, pero no lo vi. Bueno, mala suerte…
Cuál es mi sorpresa cuando sale la banda y entre los integrantes estaba ÉL. Era el trompetista y yo pensando que venía de público! Qué majo, y qué bien tocaba, joder qué manos, y cómo infla la cara cuando se llena de aire. Y a mitad del concierto, en medio de una canción, deja la trompeta y se acerca a mi mesa para sacarme a bailar al escenario. Nooooooooooo. Eso nooooooo. Me quedé horrorizada y paralizada unos segundos porque no estaba en «Mira quién baila», pero también pensé que si Ana Obregón es actriz, Pilar Rubio presentadora y Carmen Janeiro modelo, yo podía ser bailarina de guguancó perfectamente.
Le dije «te mato» al oído y él se echó a reir. Evidentemente él se manejaba como un pez en el agua y yo como un pato mareado, pero yo me dejé llevar. La suerte fue que a la canción le quedaba poco y me volví rápido a la mesa. Para soportar la vergüenza empecé a hincharme a mojitos como si fuese Massiel en una boda.
Después de que acabaran de tocar, vino a buscarme y me preguntó si me apetecía tomar algo en su casa, que vivía al lado del Malecón. Que igual para los cubanos el Malecón es como ir al parque, pero a mí me sonaba todo tan exótico que no pude negarme.
Por el camino empecé a notar unos calores que no eran normales, pero pensé que sería cosa del clima cubano. El problema es que una vez en su casa empezaron a hacerme ruido las tripas y notaba cómo los gases querían salir huyendo de mi cuerpo. ¡Por lo que más queráis, aguantad! Yo le pedía a mi esfínter que aguantara como si esto fuera Esparta, y me metía las manos entre las piernas como haciendo esfuerzos pero en un descuido me tiré un pedo que se saltaron hasta los plomos. Yo quise toser, pero lo hice a destiempo y se notó mucho. Puse la típica cara de «soy inocente» como cuando pasas por la salida sin compra de un supermercado, pero no coló.
pedo
De pronto empecé a notar que me iba por la pata abajo, así que pregunté por el baño y me fui corriendo. Descompuesta no, LO SIGUIENTE. ¿Sería algo que había comido, sería el mojito? No sé qué carallo había sido, pero estaba echando tantos pedos que si me subieran a un columpio parecería el botafumeiro. Y ahora viene el drama, ¿dónde está el papel higiénico? Ay no, esto no. Me paré unos segundos buscando por el baño pero el papel no estaba. Así que tuve que llamarlo desde la lejanía y a través de la puerta preguntarle por el papel higiénico.
– No queda
– ¿Cómo?
– Hay desabastecimiento, llevamos dos semanas sin papel higiénico en las tiendas.
-¿¿Pero y cómo os limpiáis entonces??
– Con lo que uno agarra
Y se echa a reir. Pero yo quería llorar. Menos mal que llevaba toallitas en el bolso. Pero claro, gracias a la Ley de Murphy, el puto bolso estaba en el salón. Por nada del mundo quería que me viera así, pero era o que él me trajera el bolso o me imaginaba empalada en un cristal como aquella tía del tinder que cagó en una cita y tuvieron que llamar a los bomberos porque tiró la caca contra la ventana, y al intentar limpiarla quedó atrapada.
Al final me trajo el bolso y me lo coló por un pequeño espacio que dejé semiabriendo la puerta. Pero fue limpiarme y volver a ir de vientre. Mi ano se había convertido en el Túnel del Guadarrama y yo tenía más calor que follando debajo de un plástico en la playa.
Salí del baño sin la seguridad de saber si iba a llegar hasta el salón sin cagarme y yo no podía parar de pensar en el vídeo asqueroso de Two girls one cup. Mi vida era una puta peli de Garci.
– ¿Estás mala de la barriga, no?
– Mala es poco. Malísima.
– ¿No habrás bebido agua, no? Sabes que no es potable.
– No, sólo mojitos.
– ¿Allí? Uy, pues es mejor que hubieras bebido agua.
– Ay Dios… Si todo lo malo me pasa por borracha.
– Espera, tengo algo de mi abuelo que te puede ayudar.
Y sale de la habitación con una especie de maxipañal. ME MUERO. Adios a cualquier esperanza de sexo futura con este hombre. Me fui de allí corriendo y aunque la distancia al hotel era poca, cogí un taxi por miedo a provocar un conflicto internacional. Me ve Angelina Jolie y me adopta.

Autora: La cagona

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