Ella es una chica muy guapa, con una carrera bastante prometedora, inteligente, divertida… Trabajaba en un bufete de abogadas de bastante renombre. Empezaba a destacar bastante entre sus compañeras y las socias le habían propuesto que, de seguir en la misma línea, a finales de año la harían socia. Era un sueño para ella. Le encantaba su trabajo y, obviamente, se le daba bien. Disfrutaba mucho de su vida. Hacía ya un par de años que había dejado de compartir piso, vivía ella sola en un apartamento pequeño de dos habitaciones que le permitía de sobra llevar una vida cómoda y se planteaba a corto plazo mirar algo para comprar, si las cosas le seguían yendo así de bien.

Una tarde en que le tocó turno de oficio, llegó a ella una mujer que había denunciado a su exnovio, él la había maltratado en el pasado y ahora, un año después, había empezado a amenazarla de nuevo. Ella llegó al despacho acompañada de su hermano, un chico que le resultó bastante atractivo (aunque sus compañeras no opinasen igual). Es posible que se sugestionase al ver a aquel hombre apoyar a su hermana de aquel modo incondicional y con tanto cariño.

Atendió a aquella mujer como lo hacía con todas sus clientas, con mucho apoyo y prometiéndole que pondrá en su caso toda la fiereza necesaria para que se encuentre lo más protegida posible. Era un caso bastante obvio, ella había retirado en su momento varias denuncias, él finalmente se había ido y ahora volvía al saber que ella comenzaba una relación con otro hombre (ya había móvil). Además, había dejado el teléfono de aquella mujer llenito de pruebas: amenazas de muerte, fotos de ella por la calle dejando claro que efectivamente la seguía, fotos antiguas de ambos en la cama, de las que ella no tenía constancia y con las que la amenazaba ahora con publicar… Aquella mujer estaba en una situación horrible, pero muy mal se tendría que dar la situación para que no fuera un caso ganado. Entre las pruebas y su experiencia en la materia…

Por causas que nadie entiende, su hermano empezó a pasarse por el despacho cada poco tiempo. Ella lo vio como un interés precioso por su hermana y respondía todas sus dudas siempre. El juicio se pospuso porque, para suerte de aquella chica, aquel sujeto se había metido en un lío muy gordo y había acabado en la cárcel, por lo que nada era ya urgente estando él a la sombra. Entonces, el hermano de aquella muchacha volvió a presentarse en el despacho, diciendo que, ahora que se verían menos, le gustaría poder tener una cita con ella de forma extraoficial… Y pocas semanas después ya estaba totalmente colada por él. Tanto fue así que, cuando él le dijo que seguía casado, ella no lo vio como una traición, si no como una peculiaridad a resolver. Él le contó que su mujer (emocionalmente ex desde hacía tiempo, según él) era una persona muy nerviosa y que temía que cuando él se fuera de casa pudiese hacer una locura. Así que seguía con ella, pero solo para acompañarla a los asuntos familiares y vigilar que siguiera bien, porque le tenía mucho cariño, pero que en el resto de aspectos, hacía más de un año que hacían vidas independientes.

Cuando ella salía del trabajo, debía llamarlo para poder charlar un rato antes de que él se sentase a cenar con su mujer, porque era el momento en que más tiempo podían hablar y a él le gustaba mucho que le contase su día mientras paseaba de camino a casa. Pero ella pronto se empezó a molestar porque, una cosa era que su mujer estuviese mal y tuviese miedo, y otra que cada noche cenasen juntos como una familia feliz. Pero él le hablaba de traumas y de pastillas y la acababa convenciendo. Al llegar la mañana le escribía de nuevo. Aunque su mujer estaba cerca, él quería saber a qué hora haría una pausa esa mañana. Ella le ofrecía pasarse a tomar café, pero él siempre ponía excusas. Aun así, debía llamarlo para charlar.

Una noche, al salir de la oficina, una compañera le dijo que fuese con ella a tomar una cerveza, pues era su cumpleaños y no le apetecía meterse en casa tan pronto. No habían pasado ni quince minutos cuando él la llamó, susurrando desde el baño, porque estaba cerca su mujer, pidiendo explicaciones de por qué no lo había llamado ella ya. Su compañera escuchó aquella conversación absurda y le preguntó cómo podía consentir aquello. Ella le dijo que no era para tanto, que en cuanto la mujer accediese a tomar la medicación que le recomendó el medico y se encontrase bien, él se iría, que era cuestión de tiempo. Pero su compañera no se refería solo a eso, si no más bien al acoso telefónico al que estaba expuesta siempre. Le dijo que había escuchado a las socias hablar de la pérdida de interés que estaba teniendo por su trabajo y de cómo estaba afectando su vida privada en él, ya que estaba siempre atenta al teléfono, dejando reuniones para contestar llamadas personales y volviendo siempre tensa. Ella no se había dado cuenta de que sí era así. De que cada poco tiempo debía hacer un reporte de su situación, debía explicar donde estaba y con quien, debía contarle a qué hora estaría libre y, aunque solo se veían los fines de semana alguna tarde, ella sentía que toda su vida giraba ahora en torno a él.

Esa noche discutieron. Ella le dijo que no iba a ser más tiempo la otra, él se cabreó, pues aquel cambio seguro que venía a que había conocido a alguien… Y entonces el velo se le cayó de los ojos y vio a aquel hombre tóxico, controlador, manipulador y mentiroso con los mismos ojos que lo veían sus compañeras. Vio cómo ella se había sentido tensa cada vez que él la llamaba, cómo se enfadaba cuando, en el bus, se oía de fondo una voz de un hombre, cómo la acusaba de hacer, nada más y nada menos, lo mismo que él hacía: llevar una doble vida.

Ella había rechazado un piso precioso en el centro porque a él no le gustaba. Ese fue su primer paso para alejarse de aquel hombre, comprarse el piso que a ella le encantaba. Él la llamó, ella llamó a su hermana y le preguntó por su cuñada. Estaba embarazada, siempre habían sido la pareja ideal a ojos de la gente, pero ella sabía que su hermano siempre tuvo sus escarceos fuera del matrimonio, aunque no tenía pruebas. Era muy buen hermano, pero jamás lo recomendaría como pareja. Con todos los mensajes enfermizos de control y despecho, se fue a casa del que había sido su ilusión los últimos meses y, sintiendo en el alma romperle el corazón a aquella chica, le contó cuanto sentía no haber querido saber más, cuanto se arrepentía de haber esperado tanto y le ofreció toda su ayuda personal y legal para alejarse de aquel hombre que también a ella la vigilaba de forma enfermiza, por miedo a recibir el mismo jarabe que él le daba.

Lloraron juntas durante horas, hasta que él apareció. No tuvo valor a decir nada, solamente llamó a aquella abogada “puta” por lo bajo al salir de su casa, con su ropa arrugada en una maleta. Su ahora exmujer se mudaría poco después a vivir con la que había sido su cuñada. Juntas se lamieron las heridas y cuidaron de un bebé sano y feliz, que veía cada mucho tiempo a su padre, ya que estaba muy ocupado con su nueva novia, 15 años más joven (y más manipulable).

Nuestra querida abogada resurgió cual ave fénix de entre las cenizas de la manipulación y el acoso. Presentó sus disculpas ante sus jefas, que tan bien la habían tratado siempre y consiguió su ansiado ascenso a tiempo para firmar su hipoteca ya como socia.

Me alegré mucho de saber una historia en la que, por una vez ambas mujeres, se dieron cuenta a tiempo de que no eran enemigas, si no víctimas de un mismo manipulador. No son amigas, pero si tienen trato y se preocupan de vez en cuando la una por la otra ya que, gracias a su conversación, sus vidas cambiaron radicalmente para bien.

Luna Purple.

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