Ellos también sufren las expectativas surrealistas señoras. Por más privilegio masculino que exista, ellos también están jodidos.

Esto es algo en lo que nunca me había parado a pensar. Y es que vivo tan enfrascada en mis propias causas que a veces cuando levanto un poco la cabeza me alegra ver que no estoy sola en mis luchas y que muchos peleamos por lo mismo. Cada uno desde nuestro posicionamiento concreto, claro está.

Hace pocas semanas, terminé el sábado a las 6 de la mañana con una conversación muy interesante con uno de mis mejores amigos. Ninguno de los dos podía pronunciar la R y los dos estábamos esperando ansiosamente la llegada de nuestro kebab post-jarana. Pero que eso no nuble el mensaje de la conversación que tuvimos.

Empezamos hablando de lo que significaba ser mujer, de las frustraciones de muchas mujeres al no atender a todas esas características impuestas sobre su género. De lo mucho que muchas mujeres desconectan de su feminidad e incluso con su identidad, simplemente por no coincidir con todas esas ideas preconcebidas.

Y llegando al origen del problema mi amigo me dijo algo interesante:

«Estoy totalmente de acuerdo contigo y no vamos a discutir que el privilegio masculino existe. Porque existe y punto. Pero todo lo que estamos comentando lo he sufrido yo mismo en mi piel desde bien pequeño y no soy mujer.
Muchos compañeros, ya en el colegio, tenían abdominales, los Action Man tenían el cuerpo definido al igual que todos los hombres que se muestras con referentes sociales. Y ojo, la presión mediática por acogerse a un cuerpo normativo no es tan bestia respecto a los hombres.
Pero ¿Qué me dices de los hombres que somos sensibles? ¡Existimos! Hay hombres que reaccionamos sentimentalmente ante cualquier situación, que seríamos felices trabajando en casa cuidado de los niños y que no nos sentimos responsables ni somos capaces de sobrellevar de la totalidad de la economía familiar.
Jamás me han gustado los coches, no sé cambiar una rueda, odio llevar camisa, no me gustan los deportes y soy feliz practicando sexo 1 vez cada dos semanas»

Mi amigo me comenzó a hablar de lo que suponía ser hombre en nuestro mundo y según íbamos hablando de todas sus frustraciones me di cuenta de que tenía razón.

De que de la misma manera que tenemos metida en la cabeza cómo deber una mujer, también tenemos metido a fuego cómo debe ser un hombre. Y esa idea no sólo frustra al género femenino. Ellos también sufren.

Mi amigo me explicó lo complicado que le ha resultado en varias ocasiones identificarse con el género masculino porque para él, la manera natural de comportarse, sentir o incluso percibir su físico no atiende a lo que se espera de un hombre.

«Los hombres que cobramos menos mucho menos que nuestras novias somos unos fracasados. Por no hablar de cómo te ve tu entorno y cómo acabas percibiéndote a ti mismo cuando eres tú el que se encarga de las tareas del hogar porque tienes más tiempo libre. No sé, es un poco triste que te traten como un pringado o como un super héroe por hacer lo mismo que hace tu pareja sin mérito o crítica.
Si es tu novia quien tiene más tiempo libre y puede avanzar con las cosas de casa, ella no es una fracasada. Pero si eres tú el que tiene más tiempo y puede hacer más tareas en casa: MAL. Eres más hombre si tu novia te grita por pasar toda la tarde bebiendo cerveza en el sofá. Si cooperas como cualquier otra persona con empatía eres un calzonazos»

Me comentó entre otros tantos ejemplos.

Me dio la sensación de que muchas veces nos focalizamos en una lucha entre géneros. Pero si volvemos a las raíces de idiosincrasia social, los dos géneros llevamos años sufriendo la misma falta de libertad.

Y no te voy a engañar, cuando llevas meses analizando ciertos comportamientos y buscando la manera de salir de todas esas micro prisiones sociales en las que estamos metidas, pierdes la visión general y no eres capaz de ver que este, es un problema generalizado.

Terminamos nuestra charla con la siguiente conclusión:

Invertimos tanto esfuerzo emocional en aceptarnos y pasar por alto las diferencias entre lo que deberíamos ser y lo que somos, que apenas nos queda espacio para desarrollar todo nuestro potencial de una manera libre.

Y es verdad, si te paras a pensarlo, es así. Sólo espero que nuestros hijos tengan el privilegio de poder crecer libres y desarrollar sus pasiones o inquietudes de una manera real y sana.

Me alegró saber que tengo amigos lo suficientemente inteligentes como para poder traer a este mundo una versión de un hombre apto para su tiempo, que permita crecer en libertad y sin prejuicios a su entorno.

Y sobre todo, me alegró saber, que aunque muchas luchas sean del género femenino, hay hombres que nos apoyan, que comparten nuestra lucha y que están deseando vernos libres.

M.Arbinaga