A ver si nos metemos en la maracuyá que empezar una familia no siempre tiene por qué significar tener hijos.

Empecemos detallando el significado de familia, porque creo que es importante.

«Grupo de personas formado por una pareja que convive y tiene un proyecto de vida en común, y sus hijos, cuando los tienen»

A día de hoy, vivimos en una sociedad en la que se forman familias de muchas maneras distintas. Menos mal que empezamos a dejar atrás conceptos arcaicos como que una familia está formada por un matrimonio heterosexual y sus hijos.

Parece mentira que hayamos sido capaces de dar pasos sociales tan grandes, pero la verdad es que es una maravilla crecer de esta manera y poder convivir con distintos tipos de familias. ¿Por qué? Porque esa es la representación real de la humanidad y porque tener una familia no debería ser sólo un privilegio de una pareja heterosexual.

Siempre he creído que a lo largo de nuestra vida tenemos dos familias, en la que nacemos y la que escogemos. Y esta última comienza en el momento en el que creas una unidad familiar. Y para que nos entendamos claramente, esto se traduce a una convivencia con tu pareja.

Parece que algunos siguen teniendo la cabeza en los años 50 cuando dicen comentarios como «Bueno ¿Pero no vais tener una familia?» Y es que muchas veces parece que si no tienes hijos con tu pareja, tu familia no es tan de verdad como las que sí los tienen.

Y quizás lo que voy a decir sea una repanochada del copón, pero siempre he creído que la capacidad familiar no reside en el número de hijos o en la capacidad económica.

La familia es por definición «equipo» y siempre he creído que se trata precisamente de eso.

De formar equipo, de apoyarse, de entenderse, de evitar los juicios de valor, de respetarse, de dejarse ser, de tirar cuando el otro no pueda, de respetar todos los caminos de los miembros de la familia mientras se recorren en paralelo. Para mí, eso es una familia y me da igual quiénes sean los miembros y cuántos miembros la formen.

Muchas veces parece que a los típicos señores heterosexuales de 60 años conservadores (que en este país hay muchos) se les llena la boca hablando de su familia y lo maravillosa que es. Y a menudo te hablan de las carreras que han estudiado los hijos y dónde se han comprado una casa.

Pero más allá de sus hijos ¿Cuántos de ellos son capaces de realmente conectar con su pareja? Hay muchísimas familias aparentemente felices pero completamente rotas por dentro. Personas que quieren tener el control absoluto sobre sus familiares, condicionando su bienestar y su libertad bajo el tóxico pretexto de «Quiero lo mejor para ti»

Hablemos de los hijos que prefieren pasar las Navidades solos a pasarlas con sus padres porque con 40 años aún no se ven capaces de decir que son homosexuales. Hablemos de las hijas que no sienten ningún apego por sus padres por que se han visto sumergidas en depresiones y conductas autodestructivas por tener unos padres gordofóbicos. Podemos hablar de mil casos como estos, lo sabes tú y lo sé yo. Y si, son familias heterosexuales con hijos, pero ¿Es eso realmente una familia?

Es muy complicado que una persona que ha sido atormentada desde pequeña y tiene mil conflictos consigo misma, sea capaz de formar una familia sana. Es normal que las personas que han crecido en esos ambientes de violencia moral se van condicionadas. Y también es normal que acaben buscando esa reafirmación continua en su propia familia. Y así, no saldremos nunca del bucle.

No los dudes por un momento: son precisamente las cabezas de estas familias rotas por dentro las que se ven en necesidad de cuestionar al resto de familias. Porque mirar hacia dentro y solucionar los conflictos contigo mismo puede ser muy complicado. Pero mirar hacia fuera y señalar a los demás es bien sencillo.

Tengo la sensación de que todo lo que estamos avanzando socialmente puede llevarnos a construir unidades familiares más sanas.

¿Por qué? Porque quiero creer que cada día que pasa, nos alejamos más de los prejuicios y de los castigos sociales. Y esto hará que día tras día seamos más libres para respetarnos y poder respetar a nuestro entorno.

Ojalá llegué el día en el que no tengamos que justificar la naturaleza de nuestra familia o sentir que nuestra unidad familiar se cuestiona por la naturaleza de los integrantes o el número de hijos que la forman.

Nada me gustaría más que nos dejáramos de superficialidades y tonterías ¿No creéis que lo realmente importante es formar unidades familiares de calidad? Familias que sean realmente equipos y grupos de apoyo para los miembros involucrados, ese debería ser el objetivo.

M.Arbinaga