Amigas, hoy vengo a daros un consejo, uno como colega y madre primeriza, de esos que debéis grabaros a fuego en la piel porque, dentro de un tiempo, recordaréis que os lo dije. Chicas, aprovechad vuestra vida en pareja antes de que llegue el primer retoño. Amaos, besaos, restregaos en cualquier parte de la casa, a cualquier hora del día, sin mirar el reloj. Follad como si un hubiera un mañana porque, efectivamente, amigas, tras la llegada del primer hijo, no lo habrá.

Quizás alguna afortunada no note la diferencia y disfrute de una vida sexual igual de plena con hijos que sin ellos, pero mi experiencia e investigación previa, en un entorno repleto de madres, me dice que somos una mayoría las parejas que perdemos pasión al traer al mundo a un hijo.

Si es que si se dice que sin sexo también se vive es porque así es, una nueva realidad, que no deja de ser un asco, pero existe. ¿Y a qué se debe esta preocupante falta de roce?, inicialmente a la desaparición de la lívido. Cuidar de un bebé no es moco de pavo, es un trabajo que ocupa las veinticuatro horas del día los siete días de la semana, vamos, que en el momento en el que surge un ápice de ganas de refrotarse con tu pareja es más que probable que el cansancio gane la batalla.

Según el bebé crece se interponen otros problemillas, detalles como el colecho (olvidarse de echar un polvo en la cama desde ya), lo de tener a una criaturita dormida en la cuna pegada a la cama (mal rollito eso de triscar sabiendo que tu hijo comparte cuarto), o directamente un pequeño ser que puede aparecer silenciosamente en cualquier parte de la casa sin avisar.

Y llegados a este punto es cuando la imaginación y la originalidad se hacen imprescindibles. De pronto esos polvos nocturnos de sábado sabadete ya no existen para dejar paso a una siesta de desenfreno en el baño, en el salón, en la cocina… o en cualquier habitación en la que no esté durmiendo un niño, y preferiblemente donde no podamos ser escuchados. Que nunca jamás una mesa de cocina ha visto tanta pasión, que aquello parece una escena de El cartero siempre llama dos veces. Una ducha compartida bien de mañana mientras el niño todavía duerme, o una película que termina casi de madrugada con un final feliz en el salón, son algunos ejemplos de esos momentos que la maternidad también os regalará más allá de biberones, baberos y muchos pañales.

Puede que cada cierto tiempo algún familiar o amigo os otorgue un ratito para vosotros con cualquier excusa cotidiana del tipo “así limpiáis y recogéis la casa, así descansáis”, pero no nos engañemos, que todos sabemos que la realidad es “así echáis un buen polvo con sus gemidos y todo, que tenéis cara de necesitados”. Y ese día… ¡oh ese día! Sin lugar a dudas, uno aprende a apreciar los pequeñas cosas, esas de las que antes disfrutabas sin darles importancia.

Porque sí, el sexo en pareja es tremendamente importante, y con la llegada de un hijo podemos caer en el error de olvidarnos de nosotros mismos y de nuestras parejas para centrarnos en exclusiva en el nuevo miembro de la familia. Que pasan los meses y las tensiones van en aumento junto con los reproches, y de pronto un día echamos cuentas y hace lustros que no tenemos un instante de amor y placer con nuestro chico, ¿y quién no va a estar tenso con ese plan?. ¡Así no hay quién viva!

Y ahora sí entiendo esos domingos por la mañana cuando iba directa a la habitación de mis padres y me topaba con una puerta cerrada con llave por dentro, entonces me preguntaba qué podía estar pasando… hoy les aplaudo, que en mi casa éramos tres hermanas e imagino que lo de la originalidad ya se les hacía aburrido. ¡Ole su pestillo!