En mi pueblo padecemos epidemia de cuernos. Enterarte de que una pareja ha roto por infidelidad se ha convertido en nuestro pan de cada día. Es un virus que no tiene un “target” específico, porque se ceba con personas de todos los grupos de edad, hombres y mujeres, que llevan poco tiempo o mucho juntos. Si fueran casos aislados o fuera de lo habitual no serían reseñables, pero se dan con tanta frecuencia que empiezan a asustar.

Una noche, estando en la barra de un pub con una amiga para pedir una copa, me contó que el chico que nos estaba atendiendo se había ido con la novia de su hermano mayor. Aquel camarero, a su vez, es familiar de una amiga muy cercana, y yo sabía que estaba en una relación desde hacía años. Se les veía bien, felices. Pero surgió el roce con una compañera de trabajo y, al final, dos parejas rotas. Él se arrepintió muchísimo y lloró mares y océanos, pero su novia no lo perdonó. A los meses, ella empezó otra relación.

Una chica llevaba dos años montándole los tarros a su novio, con el que tenía una relación aparentemente idílica desde hacía más de 10 años. Algo muy similar hizo otra. Otro le estuvo poniendo los cuernos a su novia de toda la vida prácticamente en público. Salía con su amante con frecuencia, presuntamente como amigos y siempre con más gente. Pero llegaron a tratarse con apelativos cariñosos y a hacer referencia a su relación cuando él aún no había terminado con su chica.

Uno de los casos más sangrantes ha sido el de un hombre con tres hijos que se enamoró de una compañera de trabajo en la oficina. Llevó una doble vida y, cuando fue descubierto, confesó que las quería a las dos. Pero, como el poliamor estaba descartado, decidió empezar una nueva vida con su amante.

Hombre ligando a espaldas de su novia.

Pánico

Son solo algunos ejemplos ilustrativos, historias de las que te enteras a través de alguien cercano y acaban convirtiéndose en vox populi. Ni la gente más íntegra renuncia a un buen salseo, y menos conociendo a los protagonistas.

El caso es que tanto cuerno ha despertado una especie de histeria colectiva, y ahora en cuanto un/a novio/a te dice que se va de finde con los amigos o hace algo fuera de rutina, se disparan las alarmas. Es frecuente ver a personas en parejas monógamas tocarse constantemente la cabeza, por si algo punzante ha comenzado a brotar de repente.

Coñas aparte, he hablado de esto con mis amigas para montarnos nuestras propias teorías sobre las causas. Una de ellas cree que en el pueblo no hay más aliciente que salir a beber, ves siempre a la misma gente, compartes ratos y, de repente, conectas con alguien. Y un mal día, achispado/a, pasas la línea roja.

Su teoría está bien fundamentada con un componente extra: la pandemia. Creo que nos transformó hasta puntos de los que ni siquiera somos conscientes. La gente se cansó del aislamiento y, cuando se terminaron las restricciones, ha salido con prisas por recuperar el tiempo perdido y vivir aventuras nuevas. Es significativo que mi pueblo tuviera un ambiente más bien cortito antes de 2020, pero, desde que volvimos a la “normalidad”, los bares están llenos todos los días.

Además, la situación excepcional que vivimos hizo a mucha gente replantearse cosas como su matrimonio, su estilo de vida, la verdadera conexión con su pareja o la aceptación de la monogamia. En fin, daría para estudio sociológico.

Normalizar los cuernos

Quizás no me sorprendan los casos de infidelidad, ni siquiera los cuernos tan cutres que pone la gente. Digo yo que, ya puestos a destrozar una relación de años con burdas mentiras, que sea para dar un salto cualitativo, ¿no?

Lo que me sorprende de todo esto es lo mucho que estamos normalizando los cuernos. Casi siempre, detrás de estas historias, hay intentos de justificación: bueno, es que surgió, es que ya no se querían, es que no estaban bien, se ha enamorado de otra persona, no ha cometido un crimen, son cosas que pasan… O, peor aún, lo que me dijo un amigo a cuenta de otro que había mantenido durante años una doble vida: “Bueno, solo se vive una vez”.

Hemos avanzado mucho en materia de relaciones, creo, y cada vez se habla con menos pudor de las relaciones abiertas, los/as swingers o el poliamor. La monogamia no es la única opción. Hay muchas formas diferentes de compartir tu vida con otra/s persona/s. Muy mal nos estamos analizando para saber lo que queremos, muy mal nos comunicamos con nuestras potenciales parejas para llegar a acuerdos o muy mal gestionamos el miedo a la soledad para traicionar y mentir de esa manera.

A. A.