Soy una de esas personas que se emperró en tener una vivienda en propiedad. Y no fue nada fácil, la verdad. Ni siquiera cuando la compra la hice en pareja, no yo sola. Estuvimos casi un año buscando piso y nos pasamos todo ese tiempo rebajando exigencias. De nuevo a segunda mano, de cuatro dormitorios a tres, de dos baños a baño y aseo, de trastero y plaza de garaje a ‘si tiene un par de buenos armarios empotrados, tendrá que valer’…

Terminamos comprando a más de veinte kilómetros de nuestra ubicación ideal inicial un piso algo más pequeño de lo que queríamos y con necesidad de reforma. Pero bueno, tal y como están las cosas, ni tan mal. Al menos podíamos decir que éramos propietarios. Al menos podía irme a la cama pensando que el día de mañana tendré como mínimo un techo bajo el que dormir. Siempre que pueda seguir pagando la hipoteca, claro está. Porque por el momento y hasta dentro de casi tres décadas, mi marido y yo compartimos la propiedad con el banco que tuvo a bien prestarnos la pasta que nosotros no habríamos podido reunir.

El caso es que, ahora mismo, nos planteamos seriamente vender y volver al alquiler. Las cuotas nos han subido muchísimo y han llegado a nuestro presupuesto límite. Alquilar no es mucho más barato, aunque, ahora que nos hemos acostumbrado a vivir fuera de la ciudad, podríamos encontrar alquileres algo más económicos que la hipoteca.

En fin, que tampoco venía a lloraros nuestra situación económica. Venía a preguntar si en vuestro entorno la gente tiene segunda residencia. Creía que eran unicornios dorados trotando sobre el arcoíris, pero gran parte de los compañeros de cole de mi hija pasan el verano en segundas residencias. ¿Cómo consigue la gente dos casas cuando yo no puedo pagarme ni una? Es que mi hija ni siquiera va a un colegio privado ni nada que pueda suponer que esas familias disponen de un alto poder adquisitivo. No. A priori son gente como nosotros, con trabajos normales, ingresos dentro de la media y familias de clase también media. Lo cual me alucina y me da envidia a partes iguales. No digo yo que esas personas no se merezcan sus casas de la playa, del pueblo o esos fines de semana cuquis de los que disponen para desconectar en vacaciones, seguro que sí.

Lo que me fascina es pensar cómo lo habrán hecho. Ojalá poder tener esa opción para descansar en las vacaciones, para hacer fiestas los findes. Qué fantasía. ¿Cómo se consigue, si no lo has heredado? Porque dudo mucho que todos ellos lo hayan obtenido de esa manera. Aunque ya no se trata solo de la capacidad económica para adquirir una finquita y plantarle una casita modular encima o similar. A mí ya me cuesta imaginar cuánto tendríamos que ganar para pagar nuestra primera residencia, pagar la segunda y, a mayores, los gastos que conlleva mantener dos viviendas. Recibos de la luz, gas, ¡IBI! ¡Todo por duplicado? Os juro que no sé cómo lo hace la peña. Pero empiezo a tener claro que, o las apariencias engañan, o en mi casa gestionamos fatal el dinero, que también puede ser.

 

Anónimo

 

 

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