¡Cómo nos gusta hablar de los demás y qué poco el que se cotillee sobre nosotros!

Esta es la verdad más grande que he escrito nunca.

En ocasiones estamos ojo avizor y se nos calienta la lengua comentando detalles de vidas ajenas que no son del todo de nuestra comprensión.

‘Yo, si fuera ella, dejaría ese trabajo’ ‘¿De verdad se cree que estar con él es la mejor opción?’ ‘Mírala, debería pasar del postre y ha pedido nata con el brownie’.

El ser humano es el único animal que habla cuando debería coserse la boquita de vez en cuando.

El refranero español no tiene desperdicio y hay una frase maravillosa que lo recoge perfectamente: ‘Consejos vendo, que para mí no tengo’.

Iba a preguntar si te ha pasado alguna vez que estabas contando algo y, de repente, te han interrumpido con la susodicha solución perfecta para todo, pero está claro que la respuesta es sí.

Como mínimo, tenemos un amigui que se dedica a repartir sabiduría a su alrededor. De hecho, lo peor de todo, es que siente en su fuero interno la necesidad de compartir todo lo que sabe hablando de lo que no conoce, y de ahí vienen los problemas.

Seguro que en alguna ocasión has sido un poco metiche y ha opinado de más, pero debemos aprender que los errores nos enseñan más que las palabras. 

Si tu amiga se quiere comprar un coche caro, déjala porque ella sabrá cómo es su economía. Si quiere dejar el trabajo para dedicarse a otra cosa, dale todo tu apoyo porque no es una decisión fácil y si quiere zamparse tres hamburguesas, allá ella luego con sus cagaleras.

Recuerda, si alguien se acerca a ti y te pregunta ‘¿Tía, y tú qué harías?’, lo mejor que puedes decir es: ‘lo mismo que tú, probar y luego ver qué pasa’.