¿Conocéis esa frase de…”pues me lo compro, que si para algo trabajo es para poder pagarme algún capricho”? Pues mi bolsillo también. 

Mis familiares y amigos cuando ven una de estas tiendas de artículos variados a precios asequibles (esas que tiene una vaquita en la puerta o un emblemático felino en el nombre) ya saben que les espera por lo menos media hora de: “ayyyy mira esto que mooooono”, “ohhh que guay”, “qué original, ¡lo quiero!”. Y cómo no, siempre salgo con varias cosas.

También soy fan de las tiendas de utensilios de cocina. Aunque no los use, ni los haya usado, ni me hayan hecho falta nunca. Me encantan.

Soy caprichosa por naturaleza.

No me gusta el té, pero tengo en casa todos los utensilios necesarios para hacer té matcha, junto con un botecito de té matcha bastante caro que sólo he tomado en dos ocasiones y otras 6 o 7 cajas de tés diferentes. “Igual este sí me gusta, y si no, para las visitas”, suelo decir cada vez que compro uno…

También tengo una cámara de seguridad que no he estrenado ni tan siquiera instalado nunca. Un mando universal que compré “por si acaso” cuando nunca lo había necesitado y el otro ni si quiera fallaba. Un artilugio para hacer masajes con su gel correspondiente que tampoco se ha estrenado, unas bandas para hacer ejercicio dentro de la caja, una pelota de hacer masajes, un cojín para la cabeza en el avión, una máquina para sacar espuma a la leche y miles de cosas más sin estrenar.

Lo peor de todo, es que cada una de esas cosas, en el momento de comprarlas me parecen la cosa con más utilidad del mundo. Así que como veis, mi cerebro tiene un gran poder de autoconvicción, le pone tanto gastar dinero, que llena mis cajones de cosas innecesarias a todas luces.

Lo único bueno de todo esto, es que cuando mis amigos proponen hacer un pongo por Navidad siempre tengo mil cosas que llevar. Tantas, que podría montarme un mercadillo a la americana delante de mi casa yo sola.

Hasta ahora sólo he hablado de artilugios inútiles, pero podría hablar de ropa y el fin sería el mismo. Recientemente he bajado tanto peso que he perdido hasta 10 tallas. Pues no miento si os digo que durante los primeros 40kg de pérdida no he tenido que comprar pantalones, porque tenía pantalones sin estrenar en mi armario de todas y cada una de las tallas que iban haciendo falta, porque en algún momento de mi vida me pareció que si me los compraba iba a hacer un esfuerzo mayor por bajar de peso. Ilusa de mí.

Durante los siguientes meses se aproxima mudanza a más de 2mil km de distancia, y ya me estoy arrepintiendo de mi impulsividad absurda, que aparte de vaciarme el bolsillo y llenarme los armarios, ahora me va a generar dolor de cabeza con el transporte. Aunque no creáis que soy tan tonta, intentaré regalar a mis amigos esas cosas tan chulas a las que pueden sacar tanto provecho (guiño-guiño, codazo-codazo). 

No sé cuál es vuestro propósito para el 2023, pero desde luego el mío pasa por dejar de gastar dinero en tonterías. Ya os contaré a ver si lo consigo…

@maripluff