Lo reconozco, muero de amor cuando alguien que me lee se ríe con mis barbaries, comenta con las amigas, comparte mis conclusiones majaras sobres la menopausia, la madurez o la maternidad y luego me lo cuenta.

En los últimos días eso ha pasado varias veces y hoy cuando por fin me siento ante este teclado, con la pantalla en blanco y dispuesta a elucubrar sobre «Cómo follar en un idioma extranjero», «Estoy hasta las pelotas del verano» o «La crisis de los 40 (o se me caen las carnes que no es normal)», me doy cuenta de que HOY NO ES EL DÍA.

Hoy os voy a contar POR QUÉ ESCRIBO.

Escribía de niña, de adolescente, y después de un tiempo sin hacerlo, empujada por mis maravillosas amigas lo retomé en un blog que me hace inmensamente feliz.

Escribo porque no conozco otra manera de darle forma a esto que me escuece en el estómago y sale hacia mi garganta, mis ojos, mis dedos; escribo para desahogarme, para reirme, para llorar; escribo cosas que no me atrevo a decir o que quiero gritar en tu cara; escribo para hacer homenajes hasta ahora silenciosos; ESCRIBO PORQUE NO PUEDO NO ESCRIBIR.

Tampoco puedo dejar de leer.

Allende, Machado, Bécquer, Valdés, Ende, Gala, Hosseini… me salvaron del aburrimiento de la hija única y ahora de la soledad monoparental.

Neruda se me clavó con su poema número 20 y ahí sigue: «Puedo escribir los versos más tristes esta noche…» y lo vuelvo a leer y es como mirar la foto de un viejo amante; conoces sus recovecos, recuerdas su olor, su sabor…

Me gustan las palabras, respirarlas, masticarlas. Me asomo sobre ellas y me cuentan cosas que su forma no dice. Huelo lo que leo y también lo que escribo.

De adolescente escribía poemas. Quién me ha visto y quien me ve, ahora asalvajada perdida…

Solo Mario los leía.

Él fue mi único primer novio, «en las noches como ésta le tuve entre mis brazos. Le besé tantas veces bajo el cielo infinito…». Y pasados los años, los novios, las mujeres, los hijos, las canas… sigue queriéndome leyéndome.

A veces pienso que escribir es la única manera de volver a la niña que él quiso y que yo enterré bajo capas de acidez, cinismo y mala hostia. Mario y mis textos son lo único que tienen en común Aquella de entonces y Esta de ahora.

Escribo porque me da vergüenza exponerme pero me niego a vivir bajo la cáscara. Y por eso escribiría sin nadie que me leyera y escribo a pesar de que me leéis.

GRACIAS.