Es más difícil hacer amigos/as a partir de los 30 o los 35 años, y hay muchos testimonios en el foro WLS que lo demuestran. Al menos, tener relaciones estrechas significativas, no hablo de gente con la que salir a charlar y beber. Cuando tienes que irte a vivir fuera y ya no ves a tus círculos con la misma frecuencia, esa dificultad puede hacerse muy cuesta arriba.

Las redes sociales y otras plataformas digitales suponen una ayuda muchas veces, porque nos acercan a más gente de la que podemos contactar en el plano físico. Por eso vemos cada poco tiempo, en este mismo foro, anuncios de personas que buscan nuevas amistades en su ciudad. Aunque los grupos puedan acabar diluidos en un silencio permanente tras el alboroto inicial de los saludos, suele haber respuestas de personas también dispuestas a ampliar los círculos.

Yo misma me he abierto a lo que, para mí, era una experiencia nueva. En mi ciudad natal, donde vivo parte del año, cuento con un grupo de amigas amplio y heterogéneo. Pero, cuando no, estoy a más de 1.000 km sin apenas vida social, algo que me planteé cambiar. Y ahora quiero compartir qué tal fue.

Contigo será una y no más

Al último encuentro “a ciegas” fuimos cinco chicas, y solo conocía a una de una cita anterior. Una de ellas comenzó a quejarse desde el principio del funcionamiento del grupo de WhatsApp donde se propuso la cita, creado a partir de fans de una conocida personalidad de las redes sociales (no doy pistas por respetar el anonimato de las implicadas).

A la chiquilla le resultaba desolador comprobar que nadie hablaba, que las propuestas de planes quedaban en agua de borrajas y que, cuando salían, la gente se echaba para atrás a última hora. Comparto la crítica de esto último, claro, porque por poco compromiso que sientas que tienes con alguien, hay cosas que son cuestión de educación y respeto.

Las quejas fueron lo de menos, y ella tenía todo el derecho a desahogarse. La fiesta comenzó después, a medida que fuimos repasando temas aleatorios ante los que ella iba soltando comentarios. Se refirió al físico de otra chica del grupo que no estaba presente (“¿Esa no es la gorda que sube fotos de sus looks?”), preguntó por la orientación sexual de otra con quien no tenía confianza alguna sin disimular su tono de sorpresa (“¿Pero esa chica es lesbiana?”) y se quejó sobre la actitud de algunas de las asistentas que, según ella, no estaban lo bastante ambientadas. Un recital, vamos.

Selectivas por salud mental

Mi pareja y yo, como broma interna, recurrimos con frecuencia a un dicho: “Todo tiene la importancia que tú le quieras dar”. A mí estos comentarios me parecen fuera de lugar, pero ya depende de cada cual si le cuelga las famosas banderas rojas o no.

En mi caso, considero que mis principios colisionan con los suyos y me hace sentir incómoda, sin más. Hay cosas que le aguanto a Pepi porque es mi amiga desde el instituto. Porque emite comentarios sexistas que atribuyo a que, simplemente, ella no puede ser de otra forma porque no se ha planteado ciertas cuestiones. Pero se preocupa por sus amigas, ayuda siempre que puede y es el alma de la fiesta en cada evento. Quizás con Pepi no comparta visión de la vida, pero sí recuerdos y un inmenso cariño forjado durante años. A ti, Mari Carmen, no te conozco de nada y te dejo pasar menos.

Aquella noche llegué a la conclusión de que, si nos cuesta hacer amigos/as a partir de cierta edad, es porque tenemos vidas ya bastante complicadas, con nuestras responsabilidades de adultas, como para sumar malestares sin necesidad. Lo que tenga que venir que sume, que ya hay mucho que nos resta. 

¿Discriminación?

Ir descartando el estrechamiento de relaciones con personas que no te aportan es maduro e inteligente, diría. Es señal de que has aprendido a poner límites para protegerte, algo que no resulta fácil. Así que a la cuestión de quedar o no quedar con una desconocida que no me cae bien no habría que darle más vueltas.

Pero hay un lado empático y condescendiente que hace que nos preguntemos qué pasa con la gente a la que le cuesta hacer amigos/as, que andan solas lejos de sus familiares y círculos primarios y que, seguramente, también están necesitadas de vida social. ¿No merecen una segunda oportunidad? ¿No habrá otros aspectos de sus complejas personalidades que sí merecen ser descubiertos? Todo el mundo merece amor, respeto y amistad.

Yo dudo que termine conectando con la chica de la otra noche si llego a quedar con ella otra vez, porque lo mismo ella tampoco se llevó buena impresión de mí. Pero, como cualquiera, tendrá cosas positivas que aportar y personas con las que sí conecte.

 

Azahara Abril.