Hoy vengo a contar la historia más chunga de toda mi vida sexual. He conocido tíos de todo tipo. Algunos más mediocres en la cama y otros directamente malos, pero ninguno de ellos está a la altura de Paco (nombre falso para preservar la intimidad del chaval). Este chico apareció en mi vida de la manera más tópica posible: por Tinder.

Empezamos a hablar y nos gustamos, y con las confianzas surgió un tema de conversación jugosón jugosón… Las filias y fantasías sexuales. Nos contamos algunas cositas que habíamos probado y otras que queríamos probar. Por ejemplo, yo le dije que me flipaba que un tío me hiciese un beso negro (o en otras palabras, que me coman el culo) y el me dijo que le molaría mazo hacermelo. Como yo me abrí, él también, y me contó que había algo que le flipaba mucho en la cama: que le lamiesen los pies.

A mí los pies no me maravillan, pero me parecen exactamente igual de higiénicos como un ano. Total, que después de pedirle que me comiese el ojete no me iba a poner yo fina. Le dije que sí, que por mi guay.

Llegó el día de la soñada cita y yo me preparé como si un auditorio lleno de gente me fuese a ver el ojete. Me limpié aquello más que en mi vida. Tenía el culo tan limpio que hasta brillaba. Que yo de por sí soy una señora higiénica, pero cuando se que mi puerta de atrás va a recibir visita me gusta darle más cariños que de costumbre.

Total, que nos vimos en persona y todo fue divino de la muerte. Nos tomamos algo en un bar, charlamos un ratito y nos fuimos a su casa a beber un poquito de vino (traducción: a follar). Llegamos, nos desnudamos y empezamos con el tema. Con el alcohol en sangre yo iba como Las Grecas, y si a eso le sumamos que ya era de noche y estábamos a oscuras, yo no sabía si me estaba poniendo un pie en la boca o una polla. Sea como sea chupé. Ni me supo bien ni me supo mal. Tampoco me excitó demasiado el tema pies pero el chico se puso como una moto. Yo me alegré un montón, porque oye, la vida está para disfrutarla y hacer que otros disfruten. Y la comida de culo fue maravillosa, eso sí.

Pasaron los días y de repente el chico empezó a hablarme frío. Yo pensé que era otro de esos chavales que te follan y pasan y no le di importancia. De todos modos, con el tiempo me he dado cuenta de que mejor quedarme con la culpa que con las dudas, así que le pregunté.

– Oye Paco, ¿te pasa algo conmigo? Si no quieres volver a quedar lo entiendo, pero me extraña que estés tan seco después del buen rollo que hemos tenido.

– No… Verás… No sabía como decírtelo. Es que he ido al médico porque tenía picores en los pies, y resulta que tengo hongos. Me daba mucha vergüenza contártelo pero igual deberías ir al médico a mirártelo por si acaso te he pegado algo.

Y ahí estaba yo al día siguiente, en la consulta del médico explicándole que le había comido los pies a un señor con pie de atleta y que me daba pánico haber pillado algo. Por suerte no tenía ninguna infección ni nada, pero yo he decidido que no voy a comer un pie hasta que no inventen un condón adaptado, no vaya a ser…

Anónimo

 

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