Follodrama: Conocí a Geppetto y me la metió en el entreteto

 

Quién me iba a decir a mí que me lo iba a pasar tan bien en Disneyland Paris.

Me ha rimado y todo. Si es que la experiencia no merece menos.

Poco pensaba yo en lo que me depararía aquel viaje cuando me dejé los ahorros en pagar los billetes y la estancia en habitación triple del hotel más barato del parque.

Allá que nos fuimos mi madre y yo a cumplir el sueño de la enana. Que a día de hoy sigue sin saber qué princesa le gustó más ni qué personaje fue el más simpático.

Porque se subió en todas las atracciones que pudo y fuimos a todos los espectáculos posibles, pero a ella lo que más le marcó fue ver a todos los protagonistas de sus películas favoritas en carne y hueso. O en felpa y cartón piedra, según el caso.

Yo, sin embargo, lo tengo mucho más claro. A mí el que más me gustó fue Geppetto.

Pero eso al principio no lo sabía. De hecho, la primera vez que vimos a Geppeto, lo ignoramos ampliamente. Mi hija se fue corriendo hacia Pinocho y, mientras la abuela se peleaba con la cámara de mi móvil para hacernos unas fotos con él, se nos acercó el padre del niño de madera, me echó el brazo sobre los hombros y me gritó al oído:

Geppetto: ¿Españolo?

Yo: Sí.

Geppetto: Chicas más guapas siempre españolo.

Yo: Uuuuy, qué original, eh.

Geppetto: ¿Qué?

Yo: Nada, nada.

Geppetto: Oye, tú la más guapa de españolos de esta temporada.

Yo: *cara de circunstancias*

Geppetto: Digo muy serio, españolo, este Geppetto no necesita viagra contigo.

Mi escote: Ves, te lo dije.

Mi ego: ¡Toma que toma, que toma, toma que toma, que toma, toma que toma, que toma ta!

Yo: Mira, cariño, creo que acaba de pasar por allí Vaiana.

 

Follodrama: Conocí a Geppetto y me la metió en el entreteto

 

Agarré a la niña de una mano, a mi madre de otra y me alejé de Geppetto un poco colorada y todo.

Y no me digas cómo lo hizo, pero con la de miles de miles de metros cuadrados que tiene el parque, y el Geppetto de las narices dio con nosotras un par de veces más. Lo cual era raro de cojones y muy injusto. Porque yo no tenía forma de saber si el que iba dentro era el mismo tarao de la primera vez o era otro compañero. Hasta que se me acercaba y me soltaba una barrabasada tan graciosa como pervertida. Que el Geppetto era todo un viejo verde.

El segundo día volvimos a vernos y el tío nada, en la misma línea. A mí ya me estaba haciendo mucha gracia. Así que, en un momento dado, le dije a mi madre que fuera haciendo cola en una atracción y volví sobre mis pasos no sé con qué excusa.

Me hice la encontradiza y estuve un buen rato roneando con el carpintero mientras su hijo Pinocho se llevaba los besos y protagonizaba las fotos.

El tercer día me puse el vestido más corto que llevaba en la maleta y entré al parque con todos mis sentidos centrados en localizar a Geppetto. No tenía ni idea de cómo era el tío que llevaba dentro, pero me daba igual. Me estaba dando el viaje y la vida con sus salidas y sus tonterías.

Me escapé un momento de mi madre y la niña para ir a la zona en la que calculaba que estaría, y cuando vino a soltarme un ‘Damm, españolo, piernas tan bonitas como tetas. Pregunto cómo será pussy’, le dije que si era todo de boquilla o si se atrevía a comprobar si mi pussy iba a juego con el resto de mis atributos.

Y, como no iba solo de boquilla, me dijo a qué hora hacía el siguiente descanso y me emplazó a encontrarme con él en un punto del parque.

A ver si no me pillan mi madre y la niña…

De verdad que hay días en los que me asaltan los recuerdos de ese viaje a Disney y todavía no me creo qué tipo de enajenación uterina transitoria me dio. Ni cómo fui capaz de echar semejante pedazo de polvo contra las taquillas de la zona de empleados en la que me metió el señor Geppetto. Ni cómo coño fui capaz de llegar al orgasmo con la vista clavada en la cara de ese anciano entrañable, con sus gafitas de ver sobre la nariz y sus bigotes y pelo blanco.

 

Follodrama: Conocí a Geppetto y me la metió en el entreteto

 

Ya que, según me explicó: Españolo, no tengo mucho tiempo, o follo o quito uniforme. Tú dices, ¿boca o manos y polla?

Dudé un par de segundos, pero, dicho y hecho.

Se quitó los guantes, se levantó el mandil, se puso un condón que no sé de dónde se lo sacó y me dio un meneo que lo flipas.

Era nuestro último día en París, pero qué casualidad que ya no vi a Geppetto ni una sola vez más.

A quien sí vi fue a un chavalín de unos veinte años que pasó por nuestro lado en bicicleta cuando nos dirigíamos a la estación de tren. Lo vi, me vio, me guiñó un ojo y gritó: ¡Buen viaje, españolo!

 

Anónimo

 

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