MI FOLLODRAMA EN UN YATE POR MALLORCA: CASI ME PARTO UN PIE

 

Supongo que a todas nos ha pasado alguna que otra situación en la vida en la que gritamos al cielo el típico “TIERRA TRÁGAME”, o al menos eso espero. Espero no ser la única gilipollas de todo el planeta, la verdad.

Para poneros en situación, soy una persona torpe no, lo siguiente. Cada año tengo algo nuevo roto. No sé cómo no me hacen vip en el médico con todas las visitas que les hago. Yo soy esa que se rompe un dedo por apoyarse mal o se abre la barbilla por tropezarse con un mini mini escalón.

Ahora que ya me vais conociendo un poco, no es difícil imaginar que casi me rompí un pie cuando me enganché en la cuerda de la vela de un barco ¡DESNUDA!. (Como ya os dije, soy torpe).

Todo comenzó el verano pasado. Mi pareja y yo llevábamos años queriendo ir a Mallorca y el año pasado conocimos a una pareja que solía navegar mucho por allí. Así que aprovechamos y nos fuimos con ellos (ya que tienen un yate, ¿había que aprovechar la experiencia no?) y nos lo pasamos en grande… hasta que…. casi acaba en desgracia.

Echamos el ancla para que el yate no se moviera mientras tomábamos el sol tirados encima de la proa ¿o era la popa?… No sé, no entiendo de términos náuticos, y mis amigos comentaron que les apetecía ir a hacer submarinismo (tienen el título y suelen hacerlo cada vez que van) pero yo ya tenía un bautismo de buceo al día siguiente y no quería chafarme la sorpresa. Así que mi pareja y yo nos quedamos en el yate mientras los otros dos se fueron a investigar las profundidades.

Yo en la vida

Ahora viene lo bueno: ¿un barco, los dos solos en lo que parece una isla paradisíaca? Hombre ¿tú qué crees que iba a pasar? Pues polvazo que te crió. Y con ganas. Cuando terminamos, no nos dimos cuenta de que estaba todo revoloteado por ahí. La manta en la que estábamos echados echa una bola, las chanclas cada una en una punta del yate al igual que mi bikini, y la cuerda que sujeta la vela y que estaba recogidita en su sitio UN PELÍN EN MEDIO. 

Pues claro, pasó lo que tenía que pasar. Porque soy yo.

Sin darme cuenta me enganché el pie en la cuerda y quise desenredarme agitándolo con rapidez, como si tuviera enrollada a la pierna una serpiente. Pero obviamente no sirvió. Sino que me lie más y me caí apuntando hacia el agua, por lo que, en esos milisegundos donde estás viendo venir la caída, buscaba para apoyarme el barrote de seguridad pero por supuesto, no apunté bien y quedé con mitad del cuerpo superior fuera del barco y la otra dentro.

Justo en ese momento, porque no podía ser en otro, mis amigos deciden volver a la superficie y encontrarse el panorama. Imaginaros mi situación. Les saludó mi culo porque mi cara estaba boca abajo fuera del barco.

Todavía recuerdo el descojone porque yo no paraba de gritar “¡¡ayyy ayy mi pie!!” pensando que me lo había dislocado o roto del tirón y que le había jodido las vacaciones a todos, pero resultó que no. Cuando terminaron de descojonarse (que yo entre llantos también me reía… fue un espectáculo la verdad, medio llorando medio riendo) me revisé bien y no tenía absolutamente nada. Simplemente una buenísima anécdota que contar a mis hijos (si es que tengo).

 

Patricia Sevillano