Que te suden las tetas es una de esas cosas que quizás al principio te hace sentir incómoda, hasta que te das cuenta de que es algo natural.

Mira, hace unos meses conocí a un chico. Teníamos muy buen rollo, habíamos quedado un par de veces para tomar algo hasta que a los dos nos apeteció conocernos mejor, más profundamente digamos… (guiño guiño).

Lo típico: elegí la lencería más decente que tenía y pasé más de 30 minutos inspeccionando y cuidadosamente afeitando cada rinconcito de mi entrepierna (no lo puedo evitar, si no llevo todo el cuerpo al cero estoy intranquila, manías mías). Además, siempre que me preparo en verano, nada más salir de la ducha, cojo dos trozos de papel higiénico y me los coloco debajo de las tetas.

Siempre estuve muy concienciada con el sudor tetil. Te juro que cada vez que me sudan las tetas, el pecho me huele a fuet. No me pidas explicaciones porque no las tengo pero te prometo que a mí en verano, las tetas me huelen a salchichón. No quiero exagerar, pero cuando tienes 20 años, una copa E, ves que tus amigas van sin sujetador y eres la única persona en tu entorno que lleva las tetas mojadas, pues mira, a mí me tocaba la moral.

El caso, que siempre hago malabarismos para que asunto huela lo mejor posible. Desde ponerme papel higiénico debajo de las tetas mientras me preparo, hasta echarme desodorante en el pliegue de las tetillas, hasta espolvorearme con polvos de talco… Por no hablar de que siempre llevo un pañuelo para retirarme el sudor de las tetas por si fuera necesario sacarlas a algún sarao.

Que me sudaran las tetas era para mí, en ese momento, algo que debía esconder a toda costa, nadie debía saber que aquello estaba pasando.

Volviendo a mi cita: me preparé lo mejor que pude y allí fui con toda la emoción y misterio de un primer polvo. Lo pasamos genial, estuvimos toda la tarde charlando y bebiendo vino. Hacía mucho calor y yo estaba un poco borracha.

Él chico me tiró en la cama, se puso encima de mí y comenzó a quitarme la ropa. Según el chico me quitó la blusa pude olerme las tetas. Había hecho todo lo posible para evitar que eso pasara, pero había sudado, llevaba un sujetador de lycra y aquello no había manera de omitirlo.

El tío sabía lo que hacía y me tenía muy cachonda pero para que mentirte: a mí se cortó el rollo por completo. Fue olerme las tetas y se me cambió hasta la cara. Él chico me preguntó a ver qué pasaba, yo no le respondí pero decidí intentar recuperar la normalidad. Se metió uno de mis pezones en la boca y me sujetó el pecho desde abajo con una mano. Lo pasé fatal, tenía la cara en el centro del huracán chorizo y tuve que pedirle que dejara de lamerme el pecho.

No sé si llevo los pensamientos escritos en la frente o qué, pero él me miró y me dijo “¿A qué crees que huelen los culos grandes y redondos? Tienes unas tetas de escándalo, cualquier persona que tenga dos dedos de frente sabe lo que supone tener unas tetas grandes así que deja de rallarte y déjame comerte estas maravillas”. Yo me quedé a cuadros y le pregunté “¿Seguro?” Entonces él me dijo con la boca llena Que te suden las tetas es de guapas

Así lo soltó “Que te suden las tetas es de guapas” ¿Cómo te quedas? A mí me dio un subidón que no te haces ni idea. Me hizo pensar que muchas veces todos esos problemas sólo existen en nuestra cabeza.
Empecé a normalizar mi cuerpo, desde sus sudores hasta su vello. La presión por estar perfecta bajo términos de perfección concretos es agotador. Qué bonito y necesario es encontrarse y rodearse de personas que entienden la lógica de tu cuerpo, la aceptan y la normalizan. A mí, este chico me ha cambiado la relación con mis tetas para siempre.

Con el tiempo empecé a sentirme menos violenta con el sudor de mi pecho y curiosamente, cuanto menos hacía para evitar el sudor, menos sudaba y menos olía. Quizás cargar de producto la piel no ayudaba. Así entre tú y yo, a día de hoy sólo utilizo sujetadores de algodón y no me doy nada para evitar el sudor. Básicamente porque aunque supongo que algo sudo, hace ya meses que no me huele el bajo-teto.

 

Anónimo

 

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