Cuando tenía 16 años me di cuenta de que me gustan los chirris y los nabos, TODO. He tenido rachas en las que prefería acostarme con tíos y otras en las que me sentía más cómoda metiendo en mi cama a una mujer. Total, que en enero pasé una racha en la que me apetecía estar con muchachas, así que seguí mi instinto y me descargué una aplicación de ligoteo. Acababa de salir de una relación bastante larga y seria, y aunque acabamos de muy buen rollo, yo quería darme alegrías al body para superar mi bajona.

Hablé con bastantes chicas (y algún que otro chico), pero sólo conecté con una: Pedrita (por ponerle un nombre, que tampoco es plan de dar demasiados detalles). Era una tía supermaja, divertida, sexy, inteligente, feminista, carismática… Vamos, que me pareció perfecta, así que nos intercambiamos los números y empezamos a hablar. 

Como vivimos en una ciudad bastante «pequeña» y nos movemos por los mismos círculos, más de una vez coincidimos de fiesta. Siempre que nos veíamos acabábamos enrollandonos, pero nunca rematábamos. Hasta este sábado.

Hicimos el mismo ritual de siempre. Ella salió con sus amigos y yo con los míos. A eso de las 00.00 nos escribimos para ver donde está cada una. Quedamos, nos dimos el lote en el bar y…

«¿Quieres venir a mi casa?» 

El problema es que yo no me veía venir esto, así que no llevaba ni el frasco ni el líquido de lentillas. Lo bueno es que una de sus compañeras de piso también es miope y usa lentillas, así que después de follisquear durante un par de horitas me dio dos vasitos de chupito, los llené de líquido, metí las lentillas y a dormir.

A la mañana siguiente fui a lavarme la carita y me puse mis lentillas para poder ver a esa bella mujer en su cama. El problema es que el universo había preparado algo diferente para mí… 

Me empezaron a picar los ojos horrores, como si me los hubiese quemado. Es verdad que yo soy un poquito sensible y me lloran fácilmente, pero aquello era el acabose. Empecé a llorar y a llamar a mi ligue para que me ayudase. Me lavé la cara con agua y me mojé literalmente los ojos para calmarlos. Obviamente me quité las lentillas. No veía nada de nada.

Resulta que la noche anterior con la borrachera que llevábamos, en vez de líquido de lentillas, me había dado un bote de agua micelar. Como el frasco era blanco y el líquido era transparente, no me puse a examinarlo. En definitiva, que tuve que tirar las lentillas y volver a casa sin ver una puñetera mierda. Sí, eché un polvazo, pero me costó caro. Exactamente 60 euros que es lo que cuestan mis lentillas. 

 

Anónimo

 

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