Corría esa época en la que yo estaba soltera y entera (vosotras me entendéis) donde todo era juerga y diversión, y en esta bonita época una de mis mejores amigas nos anunció que se casaba (la primera del grupo) por lo que todas nos volvimos loquísimas y empezamos a prepararle una despedida de soltera como dios manda.

La cuidad elegida Salamanca, la cual es famosa por su marcha y por su gran ambiente. Y para allá que fuimos como unas locas desenfrenadas a quemar la noche y las bragas si hacía falta.

He de apuntar que las circunstancias para mi eran un poco especiales, ya que llevaba bastantes meses sin mojar y la verdad que estaba ya que me follaba hasta el mobiliario, osea salida como una perra en celo.

Fue poner los pies en esa bonita ciudad, y el alcohol empezó a recorrer nuestras venas desde bien temprano. Llego la noche y ya íbamos todas con un pedo considerable. Para cenar habíamos contratado un restaurante de esos que te juntan con mas despedidas, mi decepción aumento por momentos cuando al llegar vimos que solo había despedidas de soltera, fuck!

Pero pronto dejó de cundir el pánico, ya que apareció al fondo escondida una mesa de una despedida de soltero. Ahí fue cuando mi radar empezó a actuar y lo visualizó a él, el típico majo simpático dicharachero, más salao que un moco vamos, y he de decir que no estaba nada mal.

Por cosas de la vida acabamos todas las despedidas en el mismo garito, y yo aproveché para sacar todas mis armas de femme fatale, y me volví salvaje y peligrosa. Me tomé un chupito de jagger, saque mi lado más canalla, y después de un perreo del bueno le comí la boca modo quinceañera a tope.

Después de ese numerito, y más cachondos que las muelas de un dragón, decidimos volvernos al hotel (casualidades de la vida que nos hospedábamos en el mismo) osea todos los astros se estaban alineando para que yo por fin mojara un poco.

Cuando llegamos al hotel, nos vemos en la encrucijada de que los dos estamos compartiendo habitación por lo que decidimos pillarnos una para darnos un poco de amor. Nada más entrar por la puerta lo tiré a la cama con toda la pasión que tenía en ese momento y empecé a desnudarme como alma que lleva el diablo.

Él la verdad que parecía muy reacio a quitarse el calzoncillo, yo tardé dos segundos en plantarme en bolas delante de él, y este se resistía.

El tío empieza a tocarme, y es cuando veo que NO TIENE NI PUTA IDEA, osea por favor qué coño estaba haciendo, me estaba estimulando el monte de Venus. Es como si me tocas un maldito codo, no era capaz de sentir nada de nada, y yo por más que le dirigía la manita hacia el punto chachi, el volvía a las suyas.

Como me estaba empezando a poner un poquito nerviosa, le sugerí que mejor me lo comiera un poquito, aquí ya me estaba relamiendo del gusto cuando le noto así como raro, ¿sabéis como beben agua los perros? Pues así me lo estaba comiendo! Yo ya estaba flipando a más no poder, entre lo mal que lo hacía y el ruidito me estaba desquiciando por completo.

Ya no pude más y decidí entrar en acción, una buena cabalgada y a dormir relajaditos, o eso pensé yo. Y allá que fui muy dispuesta a disfrutar, pero entre el pedo que llevaba el colega y la situación en sí, eso no se ponía dura ni para atrás. Después de intentarlo un rato, el chico me sugirió que parara que lo iba a intentar él, cosa que en principio me pareció bien- Pues el colega coge y ¡se va al baño a masturbarse!

Yo pensé que participaría de alguna forma y resulta que no, lo mejor fue que cuando volvió (después de correrse, claro) me dio un puto beso en la frente a lo maternal me hizo la cucharilla y se durmió. ¡Ole tus cojones! Yo no daba crédito a la situación, y en parte casi agradecí que no intentara darme “más placer”, pero que me abrazara me estaba agobiando como nada.

En cuanto sentí que se había dormido, cogí mis cositas y salí de allí por patas. No solo no rompí mi mala racha si no que la empeoré, ¡qué le vamos a hacer!

 

Anónimo