Yo pensaba que lo de ligar en bares ya no estaba de moda, así que cuando mis amigas me dijeron de salir aquella noche me puse lo primero que pillé por casa. No era un chándal, pero casi. Mis intenciones de volver acompañada eran nulas, así que cuando Luis me pidió el número pensé que se estaba cachondeando de mi.

Pero no, y esa misma noche acabamos en mi casa. En mi cama, en el sofá del salón, en mi mesa de estudio y en el suelo de la cocina. Porque así sin comerlo ni beberlo me había topado con el unicornio: un empotrador en toda regla.

Yo no soy muy de dejar que se queden a dormir, pero Luis me cayó simpático y se hizo el remolón después de varios seguidos, así que tampoco me puse muy pesada para que se fuera, y finalmente se quedó a dormir.

Y dormir, lo que es dormir, durmió él. Porque resulta que aquí el amigo tenía la misma potencia para follar que para roncar. Y me diréis ‘pues ponte tapones y ya está’. Y eso fue lo que hice. Como estudio en casa suelo tener tapones por todas partes, y cuando vi que aquello iba para largo corrí a por unos.

Entonces me di cuenta de que el problema no era solo el volumen de sus ronquidos, sino la potencia en si misma. Me sentí como en una peli de dibujos animados en la que el prota ronca tantísimo que la casa tiembla. No os voy a decir que los cimientos se movían, pero os juro que la cama un poco.

La cama vibraba y yo notaba que el aire que salía de su boca (que después de una noche de fiesta no olía precisamente a perfume del caro) me rebotaba en la cara y me movía hasta las pestañas. Di mil vueltas, probé mil posturas y reconozco que llegué a intentar despertarle ‘sin querer’ yendo al baño, pero el chico tenía el sueño más profundo que yo he visto en mi vida.

Sobreviví a esa noche sin pegar ojo, y cuando me escribió para volver a quedar tuve que ser sincera. Le dije que me encantaría repetir, pero que después es mejor que cada uno durmiera en su casa por el bien de mi descanso. Os juro que fui educada y respetuosa, pero no le hizo ninguna gracia y acabó esa conversación bloqueándome en el whatsapp. 

Es una pena, porque el chico follaba estupendamente. Pero pasados los 30 una valora la calidad del sueño igual o más que un buen polvo. ¡No se puede tener todo!

 

Patruski