Hace unas semanas se viralizó un vídeo de una chica tirándose un pedo junto a su profesor en lo que parecía ser una clase de gimnasia repleta de personas. La mayoría de respuestas estaban relacionadas con que a dónde se marcharía a vivir la chica después de pasar tal bochorno. Yo me quedaría en casita porque si no me fui después de que mis padres escuchasen un audio mío diciendo que le quería comer el rabo a un chaval… ¿Dignidad? ¿What is that?

Corría el año 2014, año en que éramos felices sin saberlo y todavía podía celebrarse la Semana Santa sevillana como Dios manda (y nunca mejor dicho). Todo buen andaluz sabrá de sobra que tanto las ferias como la Semana Santa son sagradas Y NO HABLO DE RELIGIÓN NI DE SANTOS. HABLO DE LOS LIGUES, LOS JALEOS, LOS MAMONEOS, LOS TONTEOS que se dan en esas fechas y que poco tienen que ver con los que se dan en otras épocas como pueden ser los ligues de Navidad. NADA QUE VER. N-A-D-A.

Así pues, en ese contexto de pasión y religiosidad, yo más que ser devota del Cristo de las Tres Caídas y pedirle salud para toda mi familia le rezaba a Dios para comerme una buena polla. A ver si esta vez Jesús obraba el milagrito. 

Dicen que la Semana Santa es la semana más larga del año, pero te digo yo a ti que en Sevilla es la que más corta se hace. Tienes una semana exacta para conseguir ligarte a alguien. El Pekín Express de los amoríos. Comienzas el Domingo de Ramos inspeccionando el mercado y observando las nuevas parejas que se han formado. Parejas que, si llegan al Sábado Santo igual de unidas, aguantarán seguramente muuuuchos años más. A lo largo de esos 7 días aparecerán miles de pruebas y obstáculos que se interpondrán en el noviazgo e intentarán que alguno de los integrantes caiga en el gran pecado capital de la lujuria. Eso sí que es sufrir y no lo de Cristo cargando la cruz. 

¿Y cuál es ese obstáculo que se interpone en las relaciones? Pues yo, evidentemente. Aunque no hay que preocuparse amigas, que una se asegura bien de saber si lo que se va a comer está reservado o, como en este caso, el portaaviones iba ya a pique. Milagro de Dios. Te alabamos. Óyenos. 

Yo ya llevaba un par de días intercambiando gestos, miradas y algún que otro mimo con el chico correspondiente, el cual me había jurado y perjurado que lo suyo con su novia había acabado, solo que al formar ambos parte del mismo grupo de amigos estaban obligados a verse. Razonamiento totalmente lógico, ni que decir tiene.

El tiempo corría en mi contra porque sí o sí la experiencia religiosa debía culminar en una semana. El Jueves Santo, por fin, nos comimos la boca hasta chuparnos la última gota de saliva y eso, en cristiano, significaba que al día siguiente se remataba la faena. Sin embargo, Dios Nuestro Señor se interpuso en mi camino: LOS VIERNES SANTOS SALGO DE NAZARENA EN UNA COFRADÍA. Drama. Desastre. Hecatombe. ¡¿POR QUÉ ME ODIAS TANTO SEÑOR?! 

“Vale, tranquila, no pasa nada. En cuanto acabe la procesión vas a casa, te duchas, te arreglas y sales a comerte ese rabo como la Diosa que eres”

En mi cabeza sonaba así de espectacular… Pero cual fue mi sorpresa que, mientras estaba todavía con la túnica de penitente y capillo en mano al lado de la Iglesia viendo como Jesús Nazareno entraba en ella, vi al chaval al que le iba a acariciar suavemente su miembro con mis labios en aproximadamente una hora AGARRADO DE LA MANO Y ABRAZANDO A LA SUPUESTA EX NOVIA. Esto no podía estar pasando… ¡¿¿EN FRENTE DE MI COFRADÍA??! ¡¿¿Y YO A ESCASOS METROS??! Su tatuaje de la Trifuerza en el gemelo debió advertirme de que el chaval no era trigo limpio. Qué bien comprendo ahora a la Virgen de los Dolores.

Mi camino a casa tras este varapalo consistió en soltar improperios en audios de Whatsapp a mis amigos que, por supuesto, también estaban desilusionados porque ya sabemos que los buenos amigos se alegran igual que tú o más de tus andanzas sexuales.

Audios como “A mí me da igual que tenga novia pero que me lo hubiese dicho antes… SI SOLO ERA PARA SABER SI TENGO QUE FINGIR QUE NO LE QUIERO COMER LA POLLA”, “comerme un rabo es lo único que quería esta Semana Santa y al final ni una mierda me he comido”. Maravillosos y súper family-friendly mensajes de audio que escuché a mis padres oír el Sábado Santo por la tarde porque en la procesión del día anterior me llevé el móvil de mi madre y no el mío porque era el único que por tamaño me cabía en el bolsillo de la túnica. Vaya culmen de Semana Santa, hija mía. Eso sí que fue una PENETENCIA.

Roja como la sangre del primer día de regla me levanté del sofá para arrancarle de las manos el móvil a mi progenitora al ritmo de “soy mayor, tengo 19 años y me follo a quien quiera” aunque fuera demasiado tarde. Mis padres ya sabían la pedazo de bad bitch que tenían por hija. 

Moraleja: no os vistáis de nazarenos si luego tenéis pensado salir a zorrear. Yo, al menos, no he vuelto a salir en procesión. Zorrear es lo primero.

 

 

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