Follodrama: me pidió “un squirrel”

Yo, a estas alturas de la vida, para que algo me sorprenda tiene que ser muy gordo, porque me han pasado tantas cosas y tan absurdas… pero, aun así, lo del squirrel me dejó loquísima.

Conocí a un tío por Instagram y nos pasamos un tiempo chateando y lanzándonos señales de que ambos queríamos mamoneo, pero sutil. En una de estas me escribió que una cosa que le ponía mucho era que le hicieran “un squirrel” y le salpicara toda la cara. Yo me reí, fue mi primer impulso, porque di por sentado que había querido decir squirt o squirting y se había liado, o bien, el corrector le había jugado una mala pasada y no se había fijado.

Algunas dirán, bueno, vale, la puede cagar al escribir, pero en algún momento se daría cuenta y se retractaría; qué menos que escribir la palabra corregida con un asterisco o algo. Pues bien, aunque hay tenido un pasado un poco grammarnazi, no le di importancia, empezando porque yo una vez cometí una cagada semejante y os juro que no me di cuenta hasta que me lo dijeron. Escribí CHOCHO en lugar de CHOCO (la sepia típica de mi tierra) chateando con una amiga. 

Menos mal que había una confianza de la que da asco, porque yo llegué a escribir que iba a hacer para comer CHOCHO EN SALSA y a mi amiga casi le da un ataque. Esa historia con los años se ha viralizado entre mis amigos, familiares y familiares de amigos y creo que no hay nadie de mi círculo que no se haya reído de mí (bueno, en realidad, conmigo) con esa historia.

Así que yo, que escribí repetidas veces que iba a limpiar, trocear, cocinar y comer CHOCHO, hasta que mi amiga me dijo que qué narices estaba diciendo, vi normal que el chico aquel me pidiera, entre bromas, que le hiciera un squirrel en la cara.

Al final, el día de la esperada cita llegó. El chico, así de primeras, daba buena impresión y me atraía lo suficiente como para plantearme algo más que un par de cervezas y unas risas. Cuando llegó el momento del morreo, la cosa se puso intensa y confirmé que aquello iba a derivar en algo más que besitos y caricias. 

Nos fuimos a su casa y nos encerramos en su habitación. Justo cuando la cosa se ponía más caliente me suelta al oído: “Quiero que me hagas un squirrel”. ¿Os imagináis mi cara? Me separo un poco y lo miro a la cara: “¿Qué me estás pidiendo que te haga exactamente?” a lo que el chico, un poco molesto me contestó:

― Mujer, un squirrel. Que te corras mucho en plan como una fuente y me chorree. Sobre todo, que me chorree en la cara, por la barba, así (hacía gestos). ¿Ahora resulta que eres una mojigata?

Literal que me llevé las manos a la cara y me froté mientras inspiraba hondo, como muestra de mi frustración, porque podía entender que el corrector se la liara o que tuviera un lapsus al escribir, pero aquello ya me sonaba raro. Bingo, mi intuición no me falló, porque sin que yo mediara palabra, tan solo de verme resoplar flojito, me soltó en un tono más bien agresivo:

― A ver, que no te estoy pidiendo tanto. Encima que me preocupo de que te corras y que disfrutes, pues al menos que sea de una manera que me dé placer a mí también, ¿no? Porque si no, TAMPOCO LE VEO LA GRACIA (ahí es nada). 

Yo ya no me pude contener, aparte de que no consiento que me hablen así:

― Mira, deja de colgarte medallitas y escucha atentamente. Se dice “squirting” no “squirrel”, que me estás diciendo que te haga una ardilla en la cara. 

¿Que si me sentí Hermione Granger al corregir al tipo? Un poco sí, la verdad.

Pero dejando la lingüística aparcada, lo que de verdad me mosqueó fueron sus formas, su prepotencia y que se veía que no tenía ni idea de lo que era el squirt. Lo que él conocía, era lo que había visto en el porno o lo que hubiera habado con sus amigos por los vídeos y las mierdas que se pasan en lo grupos de WhatsApp.

En ese momento me debatí entre pararme a explicarle que el squirt no es sinónimo de placer, que no siempre se da en el orgasmo y que no todas las mujeres podemos controlarlo o incluso alcanzarlo, o irme para mi casa y darme un homenaje con mi vibrador o ver una serie, charlar con mis amigos… ¿Adivináis por cuál me decidí? Hace tiempo que decidí no dedicar mi energía en cosas a las que no le veo la gracia

 

Ele Mandarina