Hola chicas! La historia que vengo a contar, no es un follodrama al uso, me gusta llamarlo “follodrama de pueblo”. Y no puedo evitar canturrear la canción “Partiendo la pana” de Estopa cuando pienso en como comenzar a contarlo.

“Ponga atención a lo que voy a contar, sucedió una fría noche de Cornellá, en un rincón …”. En Cornellá, Cornellá no fue, más bien a 600 kilómetros, pero si en un rincón, porque así se llama el bar en el que trabajo.

      Y es que me pongo cantarina porque este romance es tan inexplicable que ninguno de los que estábamos allí daba crédito, ni siquiera la policía.

    Esto es lo que vino a ocurrir:

       Vivimos en un pueblo pegado a la capital, vamos que no es súper rural, hay vacas y ganado en el monte, pero la mayoría son bloques de pisos y suelo asfaltado, con sus pasos de peatones y hasta sus semáforos. Eso sí, llamamos rascacielos al único edificio de 8 pisos.

      Una fría noche de invierno, un cliente se percató de que había un pony suelto por la calle. Tranquilamente otro cliente, que conocía a sus dueños, lo sujetó en una farola para más tarde llevarlo a su casa. Cosas muy normales y muy civilizadas que pueden suceder un martes cualquiera a las 2 de la mañana en mi pueblo.

     Pues bien, sin más prosiguió la noche con su partida de cartas normal de las dos de la mañana cuando de repente se abrió la puerta del bar. El corazón se nos heló cuando vimos que eran dos policías con chalecos antibalas. Allí nadie era un santo, pero hombre, la cosa no era tan grave, es verdad que los rifi-rafes de las cartas hacen levantar la voz a veces, pero hoy se estaban portando inesperadamente bien, así que no teníamos muy claro por qué venían aquellos agentes y menos con chaleco. No tardaron en explicárnoslo, aunque lo que decían no encajaba en nuestros cerebros algo llenos de cerveza y ron.

     Para nuestra sorpresa (y porque se nos había olvidado), comenzaron preguntando por el dueño del pony atado a una farola un martes a las dos de la mañana. Rápidamente el cliente que lo había atado les explicó que se había escapado y que lo había atado allí para después llevárselo a su dueño. Pero eso no pareció importarles a los agentes, que siguieron hablando, bueno, más bien titubeando:

  • …No…si lo que más nos ha llamado la atención no era el pony en sí ( un martes a las 2 de la mañana atado en una farola)…Lo que nos ha llamado la atención es que hay un perro copulando con él…

       Imaginaos aquí nuestros caretos, dos de la mañana, martes, dos agentes de la policía entran al bar para decirnos que hay un perro follándose a un pony bajo la luz de una farola. Como podréis imaginar en menos de un segundo estábamos fuera para comprobar con nuestros propios ojos lo que nos estaban diciendo.

     Y sí, era verdad, el perro y el pony, que por cierto compartían dueño, estaban pasando una velada romántica a la luz de la farola. Y creo que estoy en lo cierto cuando digo que más de uno creyó que, por esa noche, había visto demasiado.

     No sé qué habrá sido de esa estrambótica pareja, pero ¿quién soy yo para juzgar a dos enamorados?

     Ese perro sí que era un “fiera”, como diría Estopa…

 

Mari