Lo conocí en una discoteca. Y más que fijarme yo en él, se fijó él en mí. Y no os voy a engañar, se me hizo raro de narices… Siempre me he considerado un poco del montón. No soy un orco, pero no me creo Scarlett Johansson. Así que el hecho de que un chico guapo, amable, elegante y encantador como él se fijara en mí y no en mis amigas me llamó la atención. Sobre todo porque ellas siempre eran las que se llevaban a los guapos y  simpáticos y yo sólo los simpáticos.

Hubo química desde el primer momento. Nos dimos el número de teléfono y rápidamente me mandó el primer mensaje al día siguiente preguntándome si estaba bien, y si había llegado a casa. Seguimos hablando un par de semanas o así hasta que dijo que venía a verme. Nos liamos en su coche después de que me invitara a cenar a un sitio muy elegante. Yo tenía 19 recién cumplidos, él 30. Para mí era perfecto porque siempre me habían gustado mayores que yo y este además de amable y encantador.

Así que después de besarnos como locos en su coche y que se despidiera de mí. Mis expectativas con él en la siguiente cita estaban extremadamente altas. ¿Qué podía fallar?

Me invitó a su casa… Una pedazo de casa con piscina, bar privado y garaje con coches de lujo. Ahora me encuentro algo así y mi escepticismo sale a luz, pero de aquella todo me parecía una fantasía hecha realidad.

Nos fuimos enrollando de camino a su habitación, me quitó la ropa y me tumbó en la cama. Un par de besos en el cuello, unos toques por ahí y otros por allá y yo ya iba como un caracol en día de lluvia.

Empezó a darme atenciones como nunca lo había hecho nadie. ¡Qué cosas hacían los de 30, por eso me gustaban tanto! Yo estaba disfrutando de lo lindo no creyéndome la buena suerte que tenía y sabiendo que como siguiera así iba a correrme en dos minutos. Entonces veo que empieza a deslizar la mano desde dónde la tenía que tener a la rodilla. Me sorprendió un poco, pero yo que sé… Pensé que con el entusiasmo se le había ido la mano o algo… Pensamiento absurdo, pero que queréis; no se me ocurrió pensar en otra cosa. Le subí la mano para arriba y la puse dónde la tenía que tener. Pero volvió a bajar la mano a la rodilla. Y no sólo la bajaba sino que además empezó a masajearla como si estuviera tocándome el coño. Exactamente igual. Yo  subía la mano y él la bajaba. En algún momento me cansé de subirla, y ahí estaba el tío  tocándome la rodilla, frotándose con ella como si fuera lo más erótico del mundo durante varios minutos hasta que se corrió. Pero así, sin más… Sin tocarse él ni nada. Sólo masajeando mi rótula. Que a ver… Soy muy tolerante con los fetiches pero coño…

¡Haber avisado hostia!

Que me alegro de que te guste tanto mi rodilla que te corras sólo con ella, supongo que es un halago.  Pero no sé… Si me lo hubiera dicho antes me hubiera hecho a la idea o quizás me hubiera ido vete tú a saber.

Lo peor es que cuándo acabó de correrse, se me quedó mirando todo feliz y me dice:

-¿Qué? ¿Te gustó?

Pues hombre… Gustar lo que se dice gustar… ¡Pues no! A mi es que que me toquen la rodilla no me da morbo; quizás a otros si… A la vista está. Pero a mí no, a mi tócame el coño, el cuello, no sé… Los pezones. La verdad es que para eso soy más tradicional, llamarme sosa. Me quedé tan cortada que no supe que hacer. El chico cogió un condón para ponérselo y continuar la noche y la verdad es que mérito tenía porque se acababa de correr y ya estaba de nuevo como el palo de la bandera. Pero a mi me había dado un bajón tan grande que no hubiera podido excitarme mas aunque me hubieran puesto a Henry Cavill delante.

No me apetecía lo más mínimo tirármelo. Es decir, si se corría tocándome la rodilla…

¿Por dónde demonios le gustaba meterla? ¿Por la oreja?

Me levanté, me vestí y le dije que me tenía que ir, que tenía que peinar a la tortuga. Muy amablemente me dijo que me llevaba a casa. Educado, y amable era, una cosa no quitaba la otra. El problema vino cuando salimos de su habitación y pasamos por el salón. Ahí estaba toda su familia que al entrar no estaba. ¡Hasta la abuela!

Yo pensando que vivía sólo y me dice que no. Que vivía con ellos y que la casa era de sus padres, eso me pasó por asumir las cosas, por ingenua e inexperta.