En la universidad tenía un mote, el cual para ser franca me gané a pulso. Soy una mujer con mucho humor y por eso realmente que de pronto mi nombre fuese ‘Jason’ no me importó ni un poquito. Quizá menos gracia le hacía a David, el que fue mi ‘víctima’ aquella fatídica noche del mes de marzo.

Acabábamos de terminar los exámenes de febrero y llevábamos más de un año planeando un viaje de una semanita a las Azores. En medio del frío gélido de nuestra ciudad poder sentir la calidez de las islas aunque solo fuera por unos días… era planazo. Y allí que nos fuimos los 15 elegidos que siempre estábamos juntos, a desfasar un poquito y a dedicarnos a no pensar en apuntes o seminarios.

David y yo nos habíamos pasado los últimos meses con el tonteo a niveles estratosféricos. Todos allí nos decían abiertamente que iba siendo hora de que nos liáramos pero por unas o por otras nosotros siempre lo desmentíamos todo. Al menos así lo hicimos hasta la tercera noche de nuestras vacaciones, cuando después de unos cuantos cocos-locos nos empezamos a besar delante de todo el mundo.

Lo bien que besaba David, el arte que tenía moviendo sus manos sobre mi cuerpo. Nos fuimos a echar unos bailes con los demás pero la atracción ya era demasiada. Nos era imposible permanecer a unos metros sin comernos el uno al otro. Nuestro calentón tuvo un límite y en uno de esos acercamientos le propuse a David que saliéramos de la discoteca juntos.

discoteca

A la vuelta de la esquina, en un pequeño callejón vacío nos seguimos enrollando. Mi idea era la de irnos juntos al hotel y aprovechar que nuestros compañeros seguían de fiesta para darnos un buen homenaje en la intimidad. Pero pudo ser la brisa marina, el calor del anticiclón o el alcohol en sangre, que allí mismo iluminados por una tenue farola nos pusimos a cien.

Antes de darme cuenta David estaba acariciando mi clítoris con sus dedos y yo gemía como una gata desatada sin importarme ni un poco si alguien allí podía escucharme. ¿Quién me iba a mí a conocer en las Azores? Llevaba ya las bragas por las rodillas cuando le pedí que me dejara jugar a mí. Se apoyó contra la pared y con mis mejores artes fui bajando hasta poner mi cara a la altura de su paquete. Desabroché su pantalón y me dispuse a jugar con su polla entre mis manos. Escuchaba los bufidos de David que parecía estar gozándolo muchísimo y yo pues… me vine muy arriba.

Me puse a masturbarlo mientras levantaba la cabeza y lo miraba, tenía prácticamente los ojos en blanco, se mordía los labios, yo iba a enloquecer de un momento a otro. Me descontrolé, sí, me descontrolé y en un segundo los movimientos de mi mano fueron a más. Acerqué mi boca a su pene y en ese mismo instante sentí una especie de tirón en la mano con la que le estaba haciendo la paja. Un montón de sangre empezó a brotar de la polla de David, muchísima, ‘La matanza de Texas’, ‘Saw II’, la escena del ascensor de ‘El Resplandor’… Parte de esa sangre me salpicó la cara. Miré a David, que se había quedado mudo y me observaba con los ojos muy abiertos.

sangre

Un segundo hizo falta para que se llevara las manos a la entrepierna y se pusiera a gritar preguntándome qué le había hecho. Repito, yo seguía allí arrodillada con las manos ensangrentadas y la cara salpicada. Era como un vampiro de Blade, tal cual. No teníamos ni puñetera idea de lo que había pasado, pero algo estaba claro, David estaba viendo las estrellas.

Lo que vino después es que no os hacéis una idea. El problema de todo esto era que ninguno de los dos sabíamos qué era lo que estaba pasando allí o de donde salía aquella tremenda hemorragia. David solo decía que le dolía y yo no era capaz de soltar el pene por si aquello sangraba más todavía. Decidimos que había que ir al médico pero a ver de qué manera localizábamos un hospital tal y como estábamos. Se me ocurre llamar a mi mejor amiga, a la que por cierto casi le da un infarto al ver la estampa. Detrás de ella salieron de la discoteca el resto, y aquello ya fue un completo cuadro: una vomitando del susto, otro preguntando qué mierdas había hecho yo con la boca para montar tal fiestón…

Al final conseguimos centrarnos y con los pañuelos de unos y el sentido de otros, fuimos capaces de llegar a un hospital para así explicar en nuestro mejor portugués que le había roto la polla a mi amigo. Diagnóstico: rotura de frenillo. Nada grave pero sí muy sangriento.

Para las que os hayáis quedado con la duda, David y yo no tuvimos más encuentros románticos en aquella isla. Aunque por suerte pasados unos meses tras nuestro viaje volvimos a intentarlo y al fin pudimos divertirnos sin accidentes ni escenas gore de por medio.

Ahora entenderéis por qué ‘Jason’… Me hubiera gustado mucho más Carrie, pero es evidente que mi mote no lo decidí yo, más bien fue cosa del destino.