Leéis este titular y podéis pensar que fue en la tienda y sí, pero no fue solo en la tienda.

Para uno de los momentos más importantes de mi vida y que más ilusión me hacía: elegir mi vestido de novia, pedí que me acompañaran una serie de amigas y familiares. Como era en la era antes del Covid, podía venir quien quisiera, así que se vino mi madre, mi hermana, mi suegra, una tía de mi novio y una amiga.

Pues antes de ponernos en la faena de buscar vestido como tal, decidimos recargar las pilas tomando un café. En ese momento, decidí sacar el móvil y mostrar la idea preconcebida que tenía del que podía ser mi vestido ideal. Para que os hagáis una idea, era muy parecido al de la foto que voy a poner a continuación.

Y cual fue muy sorpresa, que dos personas que estaban conmigo en la mesa, a las que había invitado a compartir conmigo ese momento tan especial, empezaron a reírse por lo bajini y a soltar comentarios del tipo: “¿No crees que deberías comprar algo más suelto?”, “para ti es mejor algo que disimule más”, “necesitas algo que te oculte la parte del abdomen y los brazos, quizá”.

Os informo que sí, que tengo un cuerpo de los que la sociedad ha decidido catalogar como “no normativo”.

Os prometo, es recordarlo y aún se me hace un nudo en la garganta. Rabia, impotencia, tristeza…Todo junto y al mismo tiempo, es lo que hoy día aún siento.

Y, si os preguntáis qué hice en ese momento, os diré que nada. Guardar mi móvil y dirigirme a probar vestidos con cero ganas y con cero autoestima.

El momento de probar los vestidos en las tiendas, no fue mucho mejor. Entré en un par en las que me miraron peor que mal y me dijeron que no tenían de mi talla para poder probarlo correctamente, que tendría que hacerme una idea poniéndomelo por encima. Así que, directamente me daba la vuelta.

Con la autoestima ya tendiendo a menos infinito, me disponía a largarme a mi casa a llorar, cuando me animaron para que entrara en una tienda más. Y prometí que sería la última si no me podía probar nada.

Al entrar, nos atendió una chica muy amable y, antes de nada, le comenté el problema que estaba teniendo en todas las tiendas. Me dijo que en la suya era igual, pero que no me preocupara, porque ahí si que tenían algún que otro vestido en mi talla y el que no me viniera lo descosería para que, al menos me lo pudiera meter.

Le conté cual era mi idea de vestido inicial, pero ya le dije que no sabía si me quedaría bien. Me miró de arriba a bajo y me dijo que como que no. Que ese estilo me iba a sentar de muerte. Me trajo un vestido de ese corte y me animó a que me lo probara y ¿a qué no os podéis imaginar lo que pasó? Pues efectivamente, me quedaba de infarto y fue mi vestido de novia.

Y lloré, al vérmelo puesto lloré. Imagino que sería de la misma rabia que había contenido minutos antes que por fin se podía liberar.

Con esto quiero decir, que no dejéis que absolutamente nadie os mine la moral con sus comentarios de mierda sobre vuestro cuerpo. Quererlo, amarlo y cuidarlo, porque tal y como es, os permite vivir. Y a quien no le guste, que no mire.

Y cierro este post, con una foto de mi boda, luciendo cuerpazo con el vestido de mis sueños.