Era un seis de agosto, el calor era insufrible, ni las ventanas bajadas eran capaz de parar los rayos del sol. Daba igual si me mojaba o ponía el ventilador, los chorretones de sudor rodaban por mi cuerpo. Era la peor ola de calor que había vivido. Y como vivía en un piso la idea de hacer algo más, como bañarme en una piscina, no estaba en mi cabeza. Por lo tanto, hola a los pelos y ola de pelos en TODAS las partes de mi cuerpo.

Y ahí estaba yo, tiradísima en el sofá como dios me trajo al mundo, sudando como un pollo, cuando de repente me sonó el móvil. Que nos vamos de picnic a la piscina municipal. Que allí nos vemos en veinte minutos. Os podéis imaginar el panorama, ya estaba yo maldiciendo al aire y a mí misma, repitiendo una y otra vez que sabía que pasaría, qué por qué no me había depilado antes.

Evidentemente ya no me daba tiempo a depilarme, porque encima, la señorita exquisita si no era con epileidi y con cuchillas en las ingles no se depilaba. Así que lo único que podía hacer era ponerme el biquini, y preparar la mochila con la toalla, la crema solar, y para que mentir, también algunas cervecitas, para sobrellevar mejor el calor.

Siendo realistas, tampoco se apreciaban mucho, pero sí se veían sobre todo en las ingles. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿No ir a la piscina con mis amigos por unos pelos? Sería absurdo, pero es verdad que me daba corte. En mi cabeza se recreaban mil escenarios de lo que pasaría si iba así. Ponía la mano en el fuego porque sabía que me iban a mirar según entrara con cara de asco, que hablarían, que tendría que taparme con la toalla y disimular. Os aseguro que para nada fue así. Ahora lo veo absurdo que pensara así y más aún el miedo y la vergüenza que tenía.

Maldita sociedad, malditas inseguridades, malditas revistas, anuncios (todo lo comercial, básicamente) y maldito porno. Estas últimas nos enseñan desde bien pequeñas que tenemos que ser una Barbie, para lo bueno y para lo malo. Si hasta en los anuncios de chicas depilándose salen sin un pelo. Así pasa, que cuando quieres ir a la piscina de imprevisto, te faltan ovarios para bajar con pelos en partes donde te enseñan que no tienen que haber.

Entré a la piscina y nadie me miro, ni bien ni mal, nadie habló, nadie nada. Pude disfrutar de mis amigos, de las risas que nos echamos, de perder a las cartas, de las anécdotas que recordamos. Pasé un maravilloso día que repetiría sin dudarlo ni un momento. Y es que a veces, nosotras y nuestras inseguridades somos nuestro peor enemigo.

Diana.ruiz.18