Sí amiguis, sé que a muchas os parecerá una locura pero yo necesitaba hacer este reto sí o sí y lo antes posible.

Os pongo en situación y así de paso hago un poco de autocrítica. Soy una persona muy poco asertiva. Odio el conflicto y trato de evitarlo a toda costa. Me callo, agacho la cabeza e incluso miento para que la gente no se enfade, lo que implica perjudicarme a mí misma.

Por ejemplo, me preguntan “¿Te importaría quedarte una hora más?” en el trabajo. Y cómo soy una pánfila, digo que no cuando ese día tengo un cumpleaños y mucha prisa. Lo sé, soy idiota, no me juzguéis.

También me pasa con amigos, con mi familia y con mi chico. Como ya no podía más, decidí ponerle solución.

La manera de solucionar cualquier miedo es exponerte a él, y como mi novio es la persona con la que más confianza tengo le conté mis problemas de asertividad y le pedí que me ayudara siendo mi conejillo de indias durante 1 mes. El objetivo: aprender a decir la verdad aunque me dé pánico.

Las reglas estaban claras: si algo me molestaba yo se lo iba a decir claramente. Además me iba a tocar a mí lidiar con los conflictos que surgieran en el día a día fuera de casa. Por ejemplo, cuando vas a un bar y te sirven lo que no has pedido. Normalmente es mi novio el que va al camarero y le dice que se ha confundido, pero durante este mes la responsabilidad sería toda mía.

Primera semana…

Sin duda fue la semana más difícil.

Mi pareja y yo llevábamos unas semanas bastante reguleras respecto al sexo. Yo estaba muy estresada en el trabajo y no lograba disfrutar, así que fingía. A más fingía los orgasmos, más me rayaba, y tenía una bola mental del tamaño de un rascacielos.

Me costó mucho pero entre lágrimas se lo dije. Era demasiado estrés (mi miedo al conflicto, mi estrés laboral, mis inseguridades…). Sorprendentemente la conversación fluyó muy bien. No sé si mi cuerpo necesitaba quitarse ese lastre de encima, pero al día siguiente tuve un orgasmo otra vez.

Hubo otros pequeños “conflictos” que resolvimos con más o menos éxito, pero lo importante es que fui sincera (aunque al principio me costó horrores).

Segunda semana…

Tuvimos cena con mi familia y acabé saturada. Para muchos las cenas o comidas familiares serán una maravilla, pero a mi me agobian mucho. Que si cuándo os casáis, que si para cuándo los niños que se me pasa el arroz, que si por qué no me busco otro trabajo más estable… Horroroso.

No sé si fue el vino que me bebí o el subidón del reto, pero fui capaz de contestar y decirles que esas preguntas no eran de su incumbencia, que yo no me metía a opinar sobre la vida de nadie. Discutimos, pero sorprendentemente me sentí bien conmigo misma.

Tercera semana…

Pasó lo que más me aterraba… Y por favor, no me juzguéis porque sé que para muchas esto será una chorrada.

Estábamos cenando en un bar de tapas de la ciudad. Imaginaos: época navideña y todo hasta arriba. Yo me pedí tres tapas y al llegar una llevaba morcilla en vez de chorizo. Yo odio la morcilla, así que le pedí a mi pareja que me cambiase mi tapa por una de las suyas para no molestar a los camareros. Me recordó el reto y tuve que hacer lo que más me aterraba hacer, decirle al camarero que me había dado la tapa mal.

Sé que esto es una tontería para muchas personas pero a mí me suponía mucho estrés. Me acerqué a la barra  con la tapa y se lo dije, estaban bastante liados y no quería molestar. Sin embargo fue muy amable, me pidió perdón, le dije que no pasaba nada y al minuto me trajo mi tapa de chorizo que me supo a gloria.

Para mí esto supuso el empujón que necesitaba para acabar la cuarta semana con el gran reto, hablar con mi jefa.

Cuarta semana…

El lunes le dije a mi jefa que quería hablar con ella, pero por cosas de la vida y del trabajo estaba muy liada y no pudimos. Sin embargo el martes ya sí que sí.

Fui a su oficina y le conté que estaba muy estresada ultimamente. Que me daba miedo hacer mal mi trabajo, que me costaba muchas veces poner fin a la jornada laboral y básicamente me abrí. Le conté mis preocupaciones.

Me entendió y me dio todo su apoyo. Fue una liberación. Sólo por esto el reto mereció la pena.

Conclusiones:

  • La gente confunde sinceridad con sincericidio. Decir la verdad no implica ser maleducado.
  • Es FUNDAMENTAL ser fieles a nosotros mismos. Jamás deberíamos hacer cosas con las que no estamos cómodos sólo para quedar bien.
  • La asertividad debería enseñarse en los colegios.

Ahora soy mucho más feliz, en el trabajo me han cambiado de proyecto y estoy muchísimo más feliz, mi pareja y yo nos compenetramos más y mi familia ya no me toca los ovarios con preguntas incómodas.

¿Haríais este reto?