Tus ojos me buscan. Acercas tu cuerpo al mío y gimo inconscientemente. La puta tensión que lo inunda todo. Deslizas tu pulgar entre el hueco de mi clavícula y suspiro, recorriendo la línea de saliva que dejas tras de sí.  Levanto la cabeza y te miro, desafiante. Tienes los ojos entornados y oscurecidos y yo juego a adivinar si es por rabia o deseo, aunque sé a ciencia cierta que acabaremos igual.

Supongo que esa es nuestra mecánica. Tú atacas y yo retrocedo en ese baile de quiero y no puedo que llevamos tanto tiempo ensayando. Un día me haces sentir especial y al siguiente sólo soy una pieza más de ese juego de ajedrez al que sólo tú parecer jugar. Y te juro que no entiendo las reglas por más que me esfuerzo en comprender qué coño nos pasa. Qué somos, qué no y qué queremos ser.

Así que date prisa.

Date prisa porque la paciencia se me acaba. Porque ya no sé qué hacer con estas ganas de descubrirte bajo la ropa, despacio y con letra pequeña, a sabiendas de un placer que a ratos se vuelve prohibido. De besarte los párpados cuando duermes y trazar círculos imaginarios en tu espalda desnuda.

Y aunque  me mienta a mi mísma y me diga que no, que tu frialdad no me importa y que me da exactamente igual que no haya rosas, ni te quieros ni besos de esos de puntillas con los ojos cerrados y el corazón apretado, te sigo echando de menos. Y me muero porque vengas a buscarme. Porque un día yo me de la vuelta y tú me cojas del brazo y me digas que esta vez no valen las huidas, que te quedas conmigo y que ya veremos por el camino.

 

@pau_aranda21