De hacer amigas después de los treinta, y otras hazañas.

 

¿Os acordáis de lo fácil que era hacer amigas cuando éramos niñas?

A ver, yo sé que a unas nos habrá costado más y a otras menos, pero en general creo que la mayoría de las veces sólo se trataba de compartir un día los lápices de colores, o un hola en el recreo, o que nos gustase el mismo grupo de música, o hacer algún trabajo en grupo en la uni, o coincidir en la feria… Y listo, amigas para siempre, de esas que se terminan haciendo el mismo tatuaje como símbolo de su amistad eterna, de las que duermen una en casa de la otra, se van de viaje juntas y se limpian los mocos cuando el llanto no para.

 

Yo tuve varias de esas amistades fuertes construidas a lo largo de mi infancia y de mi adolescencia, algunas de las cuales aún mantienen el contacto conmigo a través de mensajes de texto.

 

Mis mejores recuerdos los tengo con ellas. Nos hacíamos regalitos a mano, nos escribíamos cartas, nos ayudábamos mutuamente con el chico que nos gustaba, jugábamos a la cuerda, inventábamos coreografías poperas, nos quedábamos hablando hasta las tantas acostadas en la cama, con la luz apagada, contándonoslo todo. Todo. Porque con nuestra mejor amiga no había vergüenza ni secretos.

Lo fácil que era abrirse en canal…

Una vez, los Backstreet Boys daban concierto en mi ciudad, y yo, fanática a morir de ellos, no solamente iría sino que pasaría la noche en las afueras del recinto, en una explanada, acampando para coger un buen lugar a pesar de tener entradas VIP. Iba yo sola, pero al charlar con las chicas de delante y de detrás de mí en la fila, nos terminamos haciendo amigas (¿acaso lo dudabais?), y con una en concreto surgió una conexión tan especial que aunque me ofreció dormir con ella en su tienda de campaña, no hizo falta porque pasamos la noche en vela por ahí, charlando, riendo y conociéndonos… Fue maravilloso. Unas horas fueron suficientes para volvernos amigas. Otra de ellas hasta me invitó a una fiesta en su casa meses después.

treinta

¿Y la lealtad?, porque si se metían con nuestra amiga, se metían con nosotras, daba igual quién tuviese la razón.

Pero luego algo pasa, no sé en qué momento, como a partir de los treinta y ya nada es lo mismo. Nos cuesta más hacer amigas (y mantenerlas, sobre todo), mostrarnos vulnerables, ser incondicionales, tener conexiones reales… De lo de cuadrar agendas ya mejor ni hablamos, pero es que creo que eso no es más que una consecuencia del hecho de que no tenemos amistades que nos importen tanto.

Que a ver, claro que las treintañeras también queremos mucho a nuestras amigas, pero una cosa es tenerle cariño a alguien y otra es darle tal o cual grado de importancia. ¿Qué tan importantes son tus amigas para ti hoy en día?, porque dependiendo de la importancia que les des, tendrán un hueco o no en tu vida.

No sé, pero yo ya no hago amigas en la feria de las que son para siempre; a mis amigas suelo hablarles de lo que me pasa pero no tanto así de cómo me siento, no nos decimos desde el alma lo bombonazos que somos, y, en general, mis relaciones son bastante más superficiales que hace una o dos décadas.

Quizás sea porque ya no hay superpop que compartir.

Tengo la sensación de que antes se daba todo como con más facilidad, con más naturalidad. Que no digo que los trabajos, la familia (si ya hemos formado una propia), y las responsabilidades económicas no tengan que ver en eso de que las cosas con nuestras nuevas amigas no sean tan mágicas, pero yo creo que todo se debe más bien a algo que nos pasa dentro, a algo que cambia nuestro modo de relacionarnos, que nos hace abrirnos menos.

Algunas afortunadas seguís teniendo en vuestras vidas a vuestras amigas de la infancia, y ay… qué bonito ha de ser, ¡que tesoros tenéis!, pero otras no hemos corrido con la misma suerte, nos ha tocado hacer amigas nuevas y la verdad, cuesta. A veces incluso por el simple hecho de que tú estás a tope con tu amiga pero ella ya tiene una mejor amiga de siempre y pues… la cosa no fluye.

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Si una chica se está tomando un café y le preguntas la hora, te la dice y ya, la vida continúa, no se va a fijar en que la funda de tu móvil es de El Principito ni a invitarte a que te sientes con ella por eso para contarte lo mucho que ella también ama los libros, porque para empezar, si se fija en la funda, seguramente no te lo va a decir; vamos demasiado deprisa por la vida, hasta para tomarnos un café. Y nosotras mismas tampoco tenemos ya ganas de mucho jaleo, ni confiamos ya tan fácilmente en nadie. ¿Serán los treinta?

Sin ir más lejos, hoy por la calle me ha parado una chica para preguntarme una dirección, y yo al verla venir inmediatamente empecé a preguntarme qué sería lo que me querría vender.

¿Pero en qué momento nos cambia el chip a los treinta?, y díganme porfi dónde encuentro el antiguo, porque me gustaba más.

 

Lady Sparrow