A todas esas amigas que ya no lo son: Gracias

 

¿Qué importancia le dais a la amistad?

Yo muchísima. Creo que los amigos son uno de los pilares fundamentales en nuestras vidas, son la familia que escogemos.

No es necesario tener un millón de amigos, se trata más de calidad que de cantidad. Pero, eso sí, todos deberíamos tener al menos uno a nuestro lado; un amigo de los buenos, de los de verdad.

Otra cosa es que esa amistad permanezca en el tiempo. Hay amigos que duran toda una vida y amigos que pasan por ella de forma fugaz. Y no por no haberse quedado más tiempo dejan de ser importantes.

Algunas de esas personas vienen a nosotros para dejar algo y luego marcharse. Incluso en el caso de que la relación se rompa de forma abrupta y desagradable, dejarán algo bueno tras de sí.

A todas esas amigas que ya no lo son: Gracias
Foto de Adrienn en Pexels

Estoy tan convencida de ello porque a lo largo de mi existencia he perdido a unas cuantas amigas por el camino. Por mi culpa, por la suya, por la de nadie. Simplemente, a veces sucede. Por lo que sea.

Y aunque en algunos casos la ruptura fue dolorosa, con el tiempo he sabido apreciar lo bueno que me dejaron.

Así que, a todas esas amigas que ya no lo son: Gracias.

Os quiero dar las gracias porque todas, de una forma u otra, me habéis enseñado algo.

 

Laura, o mi primera amiga.

Ella me enseñó lo que es la amistad. Nos conocimos el primer año de cole y juntas aprendimos que una amiga es un tesoro. Durante esos años de la infancia lo hicimos todo juntas, éramos uña y carne. Por lo que no soy capaz de ponerme nostálgica sin acordarme de ella. No importa qué evento o circunstancia de esa época recuerde, ella estaba allí. A los doce años se enfadó conmigo por una tontería y no sé cómo pudo ocurrir, pero ya nunca volvimos a estar bien. Lo intentamos, yo desde luego lo intenté. Pese a que la eché de menos durante años, solo puedo hablar de ella desde el cariño. Significó demasiado como para guardar resentimiento. Y es que, sin Laura, yo no sería quien soy.

 

A todas esas amigas que ya no lo son: Gracias

 

Virginia, o la presión de grupo y sus consecuencias.

Un día era una adolescente feliz, que tenía amigos, que era popu, que iba bien en clase; y al otro tuve que dejar de ir al instituto porque hasta se me caía el pelo. Lo que ocurrió entre medias es algo que prefiero no recordar. ‘Gracias’ a Virginia aprendí cómo funcionan ciertas dinámicas sociales. Aprendí que un momento estás en la pomada y al siguiente eres un paria. Justificado o no. Y, lo más importante, aprendí a salir del agujero, a ser fuerte y a valorar a las personas que realmente merecen la pena.

 

Cristina, o cómo no debe ser la amistad.

Cris era lo más. Todo el mundo la adoraba, pero ella no adoraba a cualquiera. No dejaba entrar a cualquiera. Sin embargo, a mí me dejó casi desde el día que nos presentaron. Nos hicimos superamiguis en cuestión de horas. Minutos, se podría decir. Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que nuestra amistad no era tal, sino que ella era reina y yo súbdito. Amo y lacayo. Me tenía absolutamente anulada. De modo que, gracias a ella, aprendí a reconocer una buena cantidad de banderas rojas y que la verdadera amistad fluye en dos sentidos.

A todas esas amigas que ya no lo son: Gracias
Foto de Karla Tolentino en Pexels

Isabel, o nunca te fíes de quien te habla mal de los demás.

Esto es de primero de persona, lo sé. Sin embargo, reconozco que hasta que Isabel no me la clavó por detrás una y otra vez, no fui consciente de que había tenido su verdadera cara a la vista todo el tiempo y no la había querido ver. Después de ella no me volvió a pasar.

 

A todas esas amigas que ya no lo son: Gracias

 

Natalia, o la chica que me enseñó a disfrutar.

El hilo de Natalia estuvo entrelazado con el mío poco más de un año, el tiempo que salió con uno de mis amigos. No obstante, marcó un antes y un después en mi vida. Es la típica persona que no sabe estarse quieta, que siempre tiene mil planes, mil cosas que hacer, mil objetivos que cumplir. Y, aunque yo me agobiaba solo de verla, ella conseguía hacerlo todo. Natalia me ‘obligaba’ a unirme a ella, a apuntarme a clases de cosas que no se me habían pasado jamás por la cabeza, a ir a sitios a los que no había ni soñado con ir. A salir, a comer, a beber, a bailar, a hacer el loco…

Estar con ella era estar fuera de mi zona de confort constantemente. Pero cada vez que volvía a mi lugar seguro, el círculo se había ampliado un poco. Un malentendido a raíz de que rompiera con mi amigo terminó con nuestra amistad. Pero la parte de mí que se desarrolló gracias a su energía y su persistencia, esa nunca se marchó.

 

¿Estás de acuerdo conmigo?

¿Guardas algo bonito de todas tus amigas que ya no lo son?

 

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