Vamos al grano: poco se habla en este mundo de lo que cansa hacer pajas.

Estoy segura de que más de una hemos sufrido ese cansancio del miembro superior derecho, o izquierdo si eres zurda,  fruto de no tener una rutina de entrenamientos en lo que a tocar la zambomba respecta.

Que te den placer siempre se recibe bien pero cuando estás a gusto con la otra persona, mola mucho también dar placer, al menos hasta que se te cansa el brazo. Alguien tenía que decirlo y para eso estamos aquí. Una cosa es, por ejemplo, en mitad de los preliminares, colocar tu mano sobre el asunto y agitarlo un par de veces mientras a ti te agitan otra parte del cuerpo y hasta el alma, y otra cosa distinta es ponerse en faena y realizar a la otra parte contratante una masturbación manual hasta la fase final. Es aquí cuando empieza el problemilla del cansancio.

Tú empiezas muy bien, con una buena sujeción, un buen ritmo y una buena cadencia pero según van pasando las series, tú comienzas a desconcentrarte un poco porque el cansancio a la altura del codo empieza a ser palpable. Te acuerdas entonces de ese músculo denominado pajero del que hablaban tus compañeros en el instituto y al que nunca distéis importancia. ¡Quién tuviera ahora desarrollado el musculito!

Has empezado bien pero en este punto ya te has dado cuenta que si fueras una disciplina del atletismo, serías una carrera de 100 metros y no un maratón. Lo tuyo son las distancias cortas a buena velocidad. Lo de la resistencia ni para las clases de cardio del gimnasio.

Total, que estamos al lío. El codo comienza a cansarse, según la postura en la que os encontréis incluso llegas a sujetarte el brazo ejecutor con su hermano gemelo, doy por hecho que eso no se me ha ocurrido solo a mi y ahí estás, sujetándote tu propio brazo mientras das placer. La postura que tienes adoptada no debe ser la más erótica vista desde fuera pero al menos te permite continuar con la labor manual a buen ritmo.

En ocasiones, la cosa se alarga. Que no digo yo que nadie se tenga que correr al minuto de haber empezado pero oye, si la cosa pasa de 10 minutos debería haber un descanso para estirar.

Ahora que están las redes sociales plagadas de vídeos con rutinas de gym para hacer en casa, os digo yo que a la persona que se le ocurra hacer una sesión para aumentar la resistencia de los miembro superiores con este fin, lo peta en visitas. Seguro, aunque ninguna confesáramos que hubiéramos visto la sesión. Hacer pajas con un buen entrenamiento, es mejor.

Pasan los segundos, y en ocasiones más lentos que de costumbre y tu mano comienza a flaquear. Notas como sin quererlo el ritmo ya no es constante aunque concentres todas tus fuerzas en ello, intentas estirar los dedos agarrotados por turnos sin que él se entera, pero se entera. Incluso se han conocido casos en los que ha habido cambios de mano rápidos. Ojalá esa rapidez para coger la última croqueta del plato.

Lo peor que nos puede pasar es que el brazo diga ¡hasta aquí! en el momento más inoportuno. Hacer un cambio de ritmo, de movimiento o parar justo cuando el que esta a tu lado estaba a punto de llegar a climax es una de esas cosas que a veces pasan. ¿Cómo no van a pasar si ocurren incluso en mitad de un polvo maravilloso de película? ¿Quién no ha sufrido un orgasmo fallido a causa de un movimiento erróneo?

Ocurre. Es una putada de letras pequeñas pero oye, que esto, como casi todo en la vida, tiene arreglo. La alternancia es maravilla, tanto con otras partes del cuerpo como con otras actividades. La colaboración de dos manos de distintos cuerpos es siempre un buen trabajo en equipo.

Y es que, como dijimos al principio, hacer pajas cansa pero no por ello dejaremos de hacerlas. Cansa por mucho que tú estés entregada a dar placer, por mucho que te excite verlo perderse, por mucho que sepas que después vendrá tu turno, si es que no ha sido antes. Terminar tirada sobre alguna superficie, con ese brillo de sudor que parece bonito en esa situación y estirando el brazo es algo que ha ocurrido alguna vez.