La última fiesta de halloween a la que acudí acabó convirtiéndose en la fiesta más caliente que he vivido jamás.

Mis amigas y yo nos habíamos disfrazado de demonios/elfas/brujas. No sé, cada una quería añadir cosas al disfraz y acabamos sin saber muy bien de qué nos habíamos disfrazado. Tampoco me voy a quejar porque en una ocasión acabamos de jugadoras de baloncesto hippies que ejercían de policía. Si, ese es el nivel, es mejor no hacer preguntas.

Nos pusimos vestidos negros muy ceñidos, botas militares negras y capas negras de terciopelo hasta el suelo. El maquillaje nos quedó impresionante. Nos pintamos con sombra negra la mitad de la cara simulando un antifaz y créeme que el contraste con las lentillas rojas era brutal.

Cogimos un hotel en el centro de la ciudad para no tener que conducir a la vuelta. Una vez terminado el look nos fuimos de fiesta.

Entramos en una discoteca y mira tú qué casualidad: me encontré con el chico que me mojaba las braguitas cada vez que me miraba. ¿Ese chico con el que llevaba hablando semanas pero nadie daba el paso? Si, el mismo que llevaba semanas coqueteando a muerte conmigo. La tensión sexual entre nosotros dos era un ES-CAN-DA-LO.

Mis amigas me miraron y yo les dije entre risas “No tenía ni idea de que estaría aquí” Ya, claro ¿Y eso quien se lo cree?. Los dos sabíamos dónde iba a estar el otro y sin quedar para vernos, aparecimos los dos en la misma discoteca. El destino me lo estaba poniendo fácil, el destino quería jarana en mis bragas, estaba claro. No luches contra el destino. No luches.

Me asomé a la barra para pedir un par de copas y sentí como una mano se deslizaba sobre mis lumbares. Me giré. Era él ¡Oh Dios mío era él! Me sonrió, le sonreí y me invitó a una copa. Casi no podía oírle así que acercó su boca a mi oído y mientras con una mano me cogía del pelo, me susurró Como vuelvas a morderte el labio acabaremos a empujones en cualquier esquina. Yo le miré a los ojos, él me miró los labios y se fue. ¡Se fue!

Regresé con mis amigas, bailamos, bebimos y lo pasamos bien, de vez en cuando podía ver cómo él me observaba desde algún punto de la discoteca. No quiero engañarte, no podía estar más cachonda. Se me olvidó hasta la tabla del 2.

Salimos de la discoteca para que una de mis amigas fumara. Allí estábamos, apoyadas contra la pared cuando él sale buscándome con la mirada. Me acerqué con aires de reinona, le agarré de la barba y le dije Ya vale de tonterías ¿Qué es lo que tengo que hacer para que me comas la boca?

Ni me respondió, me colocó una mano en la mandíbula y me dio un SEÑOR BESO. De esos que dices “Bueno, ahora con que me soples la pepitilla… yo YA” Increíble el besazo que me metió allí mismo. Era imposible tener las bragas más deshechas de ganas.

Ten cuidado diva, no eres la única que sabe pedir lo que quiere» Me dijo todo chulo. Me dio una palmadita en el culo y se fue ¡Qué manía con irse, de verdad!

Volvimos a entrar y yo no lo podía evitar. No podía dejar de buscarle con la mirada, mis bragas tenían muchas ganas de jarana. La discoteca empezó a encender las luces y entonces le vi salir de la discoteca con sus amigos. Les dije a mis amigas que estaría en mi habitación del hotel. Me armé de valentía, me acerqué a él por detrás, le cogí la mano, le di la llave de mi habitación de hotel y me fui.

Me di media vuelta y empecé a caminar rumbo al hotel con un estilo digno de la misma Beyoncé. No quería mirar hacia atrás. El gesto de darle la llave fue muy de «femme-fatale» y no quería estropearlo. Enseguida me di cuenta de que me estaba siguiendo. Entramos juntos al ascensor del hotel. Me quitó la capa y me empezó a comer la boca mientras me sujetaba con una mano una pierna y con la otra se apoyaba contra el espejo del ascensor.

¡Estábamos on fire! Entramos a la habitación y se deshizo de toda mi ropa. Yo llevaba un conjunto de lencería digno de una peli erótica. Le agarré del pelo y le hice saber que yo era la que mandaba. Se excitaba muchísimo cada vez que intentaba someterle. La manera en la que me agarraba los muslos mientras me comía el coño era todo un poema hasta que se paró en seco, me miró preocupado y me preguntó «¿Qué ha pasado?«

Por un momento pensé “Dios mío ¿Ya se te ha vuelto a escapar un pedo?»

Le miré preocupada y le dije “No entiendo

Él me sonrió y me dijo “Acabas de hacer squirt

Espera ¿Yo? ¿Squirting? ¡Es más probable que sea mucho sudor acumulado! Si en 31 años no me ha pasado dudo que me pase aquí contigo, pero va, si te hace ilusión creer que sí, te sigo la corriente.

¿Qué dices?” Le pregunté.

Él me cogió la mano para que tocara la cama. Efectivamente, la cama estaba empapada, en un momento de duda existencial me acerqué a oler la sábana pensando Como sea pis me puto muero

Pero no, no era pis. Me había corrido un par de veces y claro que habían sido más intensas que cuando me masturbo. Me quedé un poco traspuesta, no sé, pensaba que si algún día hacia squirt, sería una corrida monumental, algo fuera de este mundo. Pensaba que se caerían edificios con la potencia de mis gemidos. ¡Pero no! Soy discreta hasta para hacer squirt.

Nos excitamos muchísimo y pasamos lo que quedaba de noche follándonos como tontos. Por una noche me convertí en una sexy y dulce dominatrix. Y créeme, a él le encantó.

Fue la mejor noche erótico-festiva de mi vida sin duda alguna. El mejor sexo que he tenido y la única vez en mi vida que he hecho squirt. La noche y la fiesta más caliente que he vivido.

La química y el sexo fue tan brutal que me las he ingeniado para llevar dos años con él.

M.Arbinaga