Qué maravillosos son esos días en que te levantas, hace un día increíble, solazo entrando por la ventana, la energía que recorre tu cuerpo es tan positiva que tu mente se contagia, y las frases motivadoras que aparecen en las tazas de desayuno tipo “Solo necesitas creer en ti para ser increíble” (“Iqueblible” para mí desde el vídeo del niño del “coravirus”) hacen que las creas fielmente, y que sólo eres increíble si crees en ti misma y adoptas una actitud optimista.
De repente, todo es buen humor, felicidad y ganas de comerte el mundo.

Pero… ¡ay AMIGAS!. La vida. El Ying y el Yang. El cielo y el infierno. Todo lo que sube, baja.

¡Qué necesarios, humanos y habituales son los contrarios!.
Esos días en los que hace un tiempo horrible (o no, pero a ti te lo parece), la energía que recorre tu cuerpo es tan negativa que tu mente se contagia y esas frases motivadoras que aparecen en las tazas de desayuno tipo “Solo necesitas creer en ti para ser increíble” (aquí no hay ni “Inqueblible” que valga) sólo hacen que quieras rompérsela en la cabeza al malnacido que haya tenido la idea de poner esa estúpida frase en una taza (sin ofender a sus creadores. Solo soy yo, que esos días lo pienso de cualquiera).

¿Quién va a querer ser increíble el primer minuto de vida de las mañanas?.

Yo me conformo con respirar y ganar la lucha matinal contra la pereza. Con parecer persona y llegar a instalarme en mi puesto de trabajo sin morir en el intento. Con eso es suficiente, no necesito ser increíble.

Soy más creíble cuando soy real.
Cuando saco a pasear al ser maligno que habita en mi interior, el que me hace humana.
Porque yo no soy ser fantástico, un hada del bosque bondadosa con poderes mágicos que tenga que agradar a la gente.
Yo soy una mujer sin más. Auténtica. Buena cuando tengo que serlo e insoportable cuando también.
Y no quiero ser increíble. Quiero que me creas con lo que soy.

Te pasas el día sin dialogar porque cuando lo haces la cosa no acaba bien para el pobre diablo que le haya tocado escucharte.
Todo lo que sale de tu boca son exabruptos sin sentido.
Así que, consciente de ello, decides que es mejor encerrarte en ti misma y dejar que el aire que corre pueda cambiar el humor que te poseyó hoy.

chica ventana

Y es que sí, todas tenemos esos días en los que no tiene porqué existir un motivo para ser así. Para convertirnos en unos seres detestables, antipáticos, repelentes y abominables.

En los que ni nuestras abuelas (¡benditas ellas!) nos soportarían.
En los que ni nosotras mismas nos soportamos.
Tampoco exigimos que los demás lo hagan, con hacerlo nosotras tenemos bastante.

Y no pasa nada. No eres la única con días horribles. Y el que diga lo contrario miente.
Y si no miente, desconfía. ¿Te fiarías de alguien alegre y feliz 24/7? Yo ya te digo que no.

Tenemos la odiosa manía de aparentar una fingida perfección que, lo siento, no existe.
Ni las Kardashian son tan felices por todo el dinero del mundo que tengan;
Ni Beyoncé lo es por ser el sinónimo culmen de todos los atributos positivos;
Ni tú lo serías sin tus días de mierda.
Porque sin los lunes no valoraríamos la libertad de los viernes, y sin nuestros días malos, no sabríamos lo increíbles que son los buenos.

Y en eso se basa.
En convivir y vivir con nosotras mismas.
Con la felicidad y la adversidad.
En encontrar el dichoso equilibrio.

Marta Freire