Cuarentañeras no, Cuarentañazas. Estamos en nuestro mejor momento y os explico por qué.
Odio cuando me dicen eso de “ya mismo cumples cuarenta, ¿eh?” Acompañado de una sonrisa maliciosa. Que puta cruz. Después del insoportable “¿ya tienes treinta y tres? La edad de Cristo”, es la frase sobre la edad a la que más coraje le tengo.
Y no entiendo de qué se ríe la gente. Que sí, que son más jóvenes que yo en este momento, pero que van a llegar a esta edad, o más les vale porque lo contrario seguro que no les hace tanta gracia.
Tener cuarenta años parece una especie de broma, como si el mundo se acabase y nos tuviésemos que vestir de negro y encerrarnos en nuestras casas. Algo de lo que hay que avergonzarse, un estigma. ¡Pero que equivocada está la gente!
Que eso de las cuarentonas ya no se estila. Que a estas edades no nos dejamos de cuidar y de arreglar, no nos ponemos rulos y zapatillas de trapo para ir a la compra y tampoco nos metemos en una cueva para envejecer sin que nadie nos vea. Todo lo contrario, lo que hacemos es soltarnos la melena y salir a la calle porque el mundo es nuestro, que no somos cuarentonas sino cuarentañazas.
Y mira por dónde, en realidad como nos nombren es lo de menos, porque a estas alturas nos importan una mierda las etiquetas. Hemos vivido y sobrevivido a complejos, desengaños, trabajos de mierda y relaciones tóxicas y seguimos aquí, porque estamos de vuelta de todo.
Pero eso no significa que se haya acabado nuestro camino. Ni mucho menos. Lo que hacemos es crear nuestra propia ruta y explorar nuevos horizontes. Y no, no es verdad que a los cuarenta tengas que haber llegado a la cima de tu carrera, estar casada, tener los hijos medio criados y haber alcanzado el éxito. No significa que tengamos que saber lo que queremos, pero sí que es cierto que sabemos lo que no queremos y eso es algo que nos costó mucho aprender.
Aun así, siempre recibimos críticas veladas y obviamente, siempre estará el listo o lista que nos diga eso de que “físicamente a partir de los cuarenta todo es cuesta abajo” . Y pues mira, verdad no es, porque hay gente de veinte que ya no levanta cabeza y personas de cincuenta que las cuestas las suben cada día para que se les ponga el culo para partir cocos.
Y sí, no tenemos pelos en la lengua, nos reímos a carcajadas sin pensar en si nos están mirando y disfrutamos de la vida sin tapujos porque ya sabemos de qué va, lo rápido que pasa y que hay que disfrutarla. Vestimos como queremos y llevamos el pelo como nos da la gana. Los cánones de belleza nos los marcamos nosotras, aunque nos embadurnemos en crema antiarrugas o nos lavemos la cara solo con jabón de lagarto, porque lo hacemos para nosotras mismas. Hemos aprendido a querernos y a darnos prioridad.
Porque podemos trabajar, estudiar, divorciarnos, casarnos o volver a empezar sin el miedo a que pasará luego, porque ese “luego” ya pasó más de una vez. Como guerreras curtidas en mil batallas nos ponemos el mundo por montera y brindamos a nuestra salud por lo que fue, lo que pasó y lo que vendrá.
Que los cuarenta ya no son lo que eran y es una época maravillosa para disfrutar al máximo, porque estamos divinas y somos fabulosas, digan lo que digan los que aún no han vivido tanto.
Lulú Gala