Cuando era pequeña (aproximadamente 6 años), le robé a mi madre un paquete de compresas con el que empapelé todo el interior del armario de mi habitación. Pensaba que eran pegatinas para jugar y colorear, aunque no entendía muy guay la razón de guardarlas en el baño. Recuerdo que tenían alas. Yo siempre vanguardia. Cuando mi madre me descubrió le dio un ataque de risa, normal. Creo que fue  la primera vez que me habló de la regla. No debí de enterarme de mucho, pero se me quedó grabado que cuando fuera mayor iba a tener que pegarme aquellas pegatinas acolchadas en las bragas todos los meses.

La verdad es que me considero una suertuda porque en mi casa la menstruación es un tema que se ha tratado con total naturalidad (pues como debería de ser SIEMPRE). Supongo que tendrá mucho que ver que seamos mayoría de mujeres en mi núcleo familiar, porque no recuerdo tener una conversación sobre la regla con mi padre nunca en la vida. Pero me consta que esto no siempre es así y que todavía hay chavalas que no cuentan con el apoyo de sus familias en cuestiones tan elementales como estas (ya sea por puro pudor, por desconocimiento, por falta de tiempo o por lo que sea). Por esta razón me parecen fundamentales libros tan didácticos como «¡Hola Menstruación!», escrito mano a mano por Yumi Stynes y por la Dra. Melissa Kang, e ilustrado por Jenny Latham.

Se centra en preguntas de adolescentes reales para poder informar de manera directa desde la perspectiva que ellas necesitan. El libro se plantea como una especie de herramienta para resolver todas esas dudas que nos asaltan cuando empezamos a menstruar. Parte de lo más básico, «¿Qué es la menstruación?», y avanza hasta temas para la reflexión como es el caso de «La pobreza menstrual».

Lo gracioso es que se supone que es una guía indicada para adolescentes, pero es tan completa que hasta yo (que considero estar bastante informada) he descubierto algo leyéndolo: la culpa de la caca de regla es de unas hormonas llamadas prostaglandinas. La caca de regla es algo que me atormenta (¡je!). Así que sí, esto será una guía para la chavalada, pero no está de más que los adultos lo lean para estar bien informados para hablar sobre estos temas. 

También plantea cómo nos puede llegar a afectar el síndrome premenstrual, hace un repaso por los tratamientos más habituales para mantener a raya los dolores, explica todos los métodos de higiene menstrual (copa incluída) y hasta tiene una sección que se llama «Desafíos menstruales» en donde ofrecen tips para ir a la piscina o de acampada con la regla. Yumi, Melissa y Jenny tienen una cosa muy clarita: la menstruación no puede paralizar nuestras vidas.

Lo más genial es que es cero cursi, llama a las cosas por su nombre todo el rato y encima con todas sus ilustraciones nos muestra una diversidad femenina amplísima y eso siempre es bien.

A mi me habría encantado tener este libro cuando me vino la regla porque había algunas cosas que me daba vergüenza preguntar a las personas mayores y que he ido descubriendo por mi cuenta según he ido madurando. La adolescencia es un momento muy delicado y vulnerable, pero gracias a este tipo de publicaciones podemos despenalizar desde bien jóvenes cosas tan normales como que las bragas se manchen de sangre. La lógica de una puberta podría ser: «¿cómo va a ser malo manchar de regla la ropa interior si aparece bien grande y bonito en este libro tan cuqui? ¡Pero si hasta me dan consejos para limpiarla!».

Yo se lo voy a regalar a mi sobrina porque, aunque todavía es un poco pequeña, dentro de nada le va a venir muy bien (y a su madre también).

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