A veces la tristeza es como una señal de tráfico que marca un bache en el camino. Un “ceda al paso” en el que frenar, entender lo qué te pasa, conocerte un poco más y coger impulso.
Imagínate una película cualquiera. Primero descubres quién es el protagonista, qué otros personajes aparecen en la historia y dónde y cuándo ocurre la trama. Después se plantea el problema, normalmente con música de Hans Zimmer de fondo. Finalmente, cuando no te quedan palomitas que comer o uñas que morder, resuelven la movida -o si el director es un poco capullo, acaba en un final abierto-.
Tu vida es como esa película. Necesitas problemas, penurias y tristeza para valorar el desenlace. Que te rompan el corazón para ver en el presente y recordar en el futuro cómo se rehízo de sus cenizas. Pasar de The Sound of Silence a Don’t Stop Believin’. Aprender a estar solo para disfrutar de la compañía. Llorar como un bebé para reír como un niño. Perder la esperanza para reencontrarla por el camino. Que desaparezcan las ganas para redescubrir lo que te apasiona. Sentirte vacío para llenarte de nuevas sensaciones.
Necesitas vivir, aunque a veces se ponga difícil. Si no, pasarán los años y te darás cuenta de que no has sentido. No se te desgarrará el alma. No llorarás de la risa. No te abrirás a alguien que puede hacerte daño. No te traicionarán. No aprenderás a valorar la confianza después de haberla perdido. No te arriesgarás y tampoco ganarás. No llamarás a tus padres cuando necesites un “te lo dije”. No te dirán que todo va a ir bien.
No se te quedará comida entre los dientes en una primera cita. No te descojonarás contando esa historia a tus amigos. No te instalarás Tinder. No ligarás en bares. No encontrarás el amor en una cafetería. No le contarás a tu mejor amiga lo poco que duró el “polvazo” que ese tío tan fantasma te prometió.
No sentirás la necesidad de abrazar a un desconocido y llorar en su hombro -o que él llore en el tuyo-, y te quedarás con las ganas de preguntar al señor que siempre se sienta en el banco del parque por su historia -o de contarle tú la tuya-. No te perderás, así que tampoco te encontrarás.
Sobrevivirás y te arrepentirás de todo lo no vivido.