No sé vosotras, pero de entrada a mí, pensar en cena de empresa me raya que flipas. Que luego sabes que acabas pasándotelo bien pero la primera sensación es siempre de pereza infinita, porque aunque simpre hay alguien que te cae bien, acabas pensando en el perturbado de la oficina que con dos vinos te atosiga para contarte los últimos chistes de Lepe (mientras escupe al hablar), o que andará el jefe cerca.

Con respecto a las cenas de empresa, siempre es una sorpresa. Porque lo organiza todo Pepita o Mengano, y es lo que ellos encuentren. Un año cenáis en un mexicano con sombreros de mariachi en la cabeza y al año siguiente Gyros en un griego. El año pasado fue en el restaurante de un hotel en el que además había un piano de cola. Y al final tienes dos opciones, o ir y controlar para no acabar borracha cantando «Se nos rompió el amor», sin conocimiento, sobre el piano, o rajarte y llevarte la ira de toda la oficina mientras caminas por el pasillo como Cersei cuando iba desnuda hasta la fortaleza.

shame

También hay una tercera y no deseada opción, que es la de ir y acabar como unas maracas, tirada en una cuneta, delante de tus compis de trabajo. Pero a pesar del riesgo, acabé cediendo porque soy una chica (fácil) muy empática y porque estaba hasta el ojal de presiones.

Algo a tener en cuenta es que nunca se comerá a gusto de todos (uno es vegano, otra celíaca y otro tiquismiquis), y que lo más probable es que te toque sentarte al lado de alguien que no te apetece. Pero antes de que te des cuenta, ves que llevas dos botellas de vino blanco TÚ SOLA. ¿Yo sola? Pues sí nena, porque la de marketing con cara de tener un palo en el culo y el contable que aprieta el botón en el ascensor después de que tú lo hayas tocado (como si tu dedo fuera defectuoso o algo ¿Por qué la gente hace eso?) pues no beben.

Yo lo siento pero no me fío de los abstemios porque siempre se acuerdan de todo y porque te inducen al autoengaño. Tú crees que estás bebiendo entre tres pero sólo eres tú. Al cabo de dos horas te has convertido en Massiel. Es lo que pasa, te mojas un poco los labios con champán para no hacer un feo y terminas en las Vegas con la resaca de tu vida.

borracha

La música suena tiritritaun, y el amor me quema tiritritaun, y da igual la canción que pongan, tú lo vives como si estuvieras en el escenario de Eurovisión. Nada te daba más fuerte desde el «Arrasando» de Thalía. Y sólo hay una cosa que hago mejor que la pasta, y es el ridículo. Es sólo cuestión de tiempo para verte acorralando al informático francés mientras le cantas «Voulez-vous coucher avec moi, ce soir«. Puta y borracha es la mejor combinación posible. De siempre.

salida

De repente todo el mundo es majísimo y terminas en un corrillo con las de Recursos Humanos hablando de porno gay y cantándole «My Way» de Frank Sinatra a un cenicero. Me parece a mí que las copas las cargaron con Varón Dandy…

Tras una melopea del 15, el lunes todavía no se te ha ido la resaca y vas a trabajar con cara de jugar en «Yobingo.es». Nunca te cruzas con nadie en el ascensor pero prueba a montarla parda en la cena de empresa y prepárate a saludar a media oficina en el hall del edificio. Así que como mujer adulta, te descubres valiente, decidida y madura, subiendo 6 pisos andando por no compartir ascensor con un compañero de trabajo.

Y no sabía con exactitud todo lo que había dicho o hecho pero por lo que había bebido podía perfectamente haberme casado con una cabra. Pero oye, resulta que no la montaste tú sola. Que el jefe acabó con la corbata en la cabeza, el cuñado con la camisa fuera, el noruego y la peruana liados y la secretaria vomitando. La vida es esa que te folla y se lo va contando a todo el mundo. Menos mal que no era la única a la que iban a empotrar.

¿Y vosotras que experiencias tenéis de las cenas de empresa? ¿Las odiáis, las amáis, o las dos cosas?

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@LuciaLodermann
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